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Ágora
Enric Benavent Vallès

Enric Benavent Vallès

Profesor de la facultad de Educació Social i Treball Social Pere Tarrés-URL

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Mucho más que el primer pesebre

Cualquier cultura quiere, aprecia, defiende y conserva sus relatos fundacionales

Desvelado el pesebre de Barcelona 2023: una 'caganera', huertos urbanos y postales de Barcelona

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PESEBRE CORBERA.jpg / EL PERIÓDICO

La celebración de los 800 años del pesebre que Sant Francesc organizó en Greccio, en nochebuena, es una gran ocasión para valorar esta tradición tan popular. Decimos que fue el primer pesebre pero no lo sabemos con total certeza, y no importa. El caso es que el pobrecito de Asís quiso escenificar el nacimiento de Jesús en la misa del gallo de 1223, con un buey, una mula, un lecho de paja y una imagen del niño Jesús. Quería que la gente sencilla de las comarcas pudiera tener una experiencia de fe profunda, como la que tenían las personas que podían peregrinar a Tierra Santa. Los biógrafos del santo relatan que en aquella celebración se produjo una experiencia mística que llenó de alegría a todos los asistentes. La imagen del niño Jesús, en brazos de Francesc, tomó vida como si se despertara de dormir.

Lo que sí que sabemos es que la devoción por el pesebre recibió un impulso muy notable. Primero, en las órdenes religiosas, tanto masculinas como femeninas, que hacían el pesebre como objeto de devoción y de plegaria. Más adelante, durante el barroco, algunas familias acomodadas incorporaron el pesebre como elemento decorativo de sus hogares y hacían ostentación de las figuras encargadas a prestigiosos escultores. Posteriormente (siglos XVII-XIX), las familias sencillas, queriendo imitar lo que hacían los ricos, popularizaron el pesebre, hecho con elementos de la naturaleza y figuras sencillas que representaban la vida rural que las grandes ciudades empezaban a dejar atrás. La sofisticación de estas representaciones promovió las visitas a los pesebres de las casas y esto desembocó en la constitución de las asociaciones de pesebristas (siglo XX). El pesebre, como cualquier arte, ha evolucionado con la sociedad y actualmente podemos ver propuestas muy diversas, algunas impregnadas de elementos del arte contemporáneo.

Este rápido repaso por ocho siglos de historia nos ayuda a comprender que estamos hablando de una tradición muy popular y muy arraigada en nuestra cultura. El pesebre ha rebasado el hecho estrictamente religioso que narra para convertirse en un hecho cultural con múltiples aproximaciones. De hecho, es una de las pocas iconografías religiosas que está presente en las casas de muchas familias que se declaran no creyentes. Con el pesebre estamos representando uno de los relatos fundacionales de nuestra cultura. Vivimos en una cultura de raíces cristianas (también judías, griegas y romanas), y esto es independiente de creer en Cristo o no. Cualquier cultura quiere, aprecia, defiende y conserva sus relatos fundacionales.

El pesebre nos permite una gran diversidad de aproximaciones, desde la más religiosa a la más etnológica o a la más estrictamente artística. Que cada cual lo haga o se aproxime desde dónde quiera. Las asociaciones pesebristas del mundo están trabajando para que la Unesco declare el pesebrismo como patrimonio inmaterial de la humanidad. Ojalá la gran celebración de los 800 años de pesebrismo sirva para apreciar y valorar esta tradición, que forma parte del ADN cultural de nuestra sociedad.