Periodista
Agnès Marquès
Periodista
Ver y no (querer) creer
La guerra deshumaniza. Pero antes que la guerra, lo hace el odio
Vídeo | Los 43 minutos de la matanza de Hamás que Israel ha mostrado a la prensa internacional
Hamás libera a diez rehenes israelíes y cuatro tailandeses en el sexto día de tregua
No poder creer. No querer creer. Disociar, intentar convertir en una película lo que pasa delante de tus ojos. En este caso, cuarenta y tres minutos de imágenes de los ataques de Hamás en Israel, el 7 de octubre. Imágenes supuestamente sin editar captadas por cámaras de seguridad, cámaras frontales y de móviles de los terroristas, imágenes captadas por las víctimas antes de morir. Asesinato tras asesinato, sangre, llantos desgarradores de niños de golpe huérfanos, muertos. Y risas y gritos de los asesinos con cadáveres ultrajados y cabezas cortadas. Quizá lo más simbólico: no es suficiente con matar. Barbarie. Sabía a lo que iba, sabía que la embajada de Israel nos invitaba a unos cuantos a ver esas imágenes para que tomáramos la medida de la salvajada que fueron capaces de cometer los 'soldados' de Hamás y explicar así la matanza posterior en Gaza. En las imágenes, chicos muy jóvenes exultantes ante los cadáveres, sus trofeos. Todo grabado en sus móviles. Pruebas de muerte. Orgullosos. Mamá, tu hijo es un héroe, he matado a diez con mis manos, dice uno de ellos en esas imágenes.
No puede ser, pero es. Cada guerra es una destrucción del espíritu humano. Henry Miller lo dijo impactado por las dos grandes guerras. Tantas otras han venido después, y vendrán sin que el hombre sea capaz de evitarlas. La guerra deshumaniza. Pero antes que la guerra, lo hace el odio. Hay tanto odio en esos jóvenes que es inimaginable pensar en el día que esto tenga solución. El odio alimenta el odio, es un plato malo compartido y se repite.
Poco rato después de salir de la proyección, que acabó con un escueto gracias de la portavoz de Israel en España y un silencio pesado, veo en redes otros vídeos de Hamás, en este caso en plena tregua liberando rehenes que aparecen agradecidos con sus captores, como si nada hubiera pasado. Una guerra que tambien es audiovisual. Los vídeos de los rehenes felices, los vídeos de los cadáveres maltratados. Y también la invitación a la proyección. Es el terreno de juego en el que el resto del mundo libramos esta guerra sin final, colapsados, sin hacer nada al fin y al cabo, viendo sin querer creer. Porque es sencillamente insoportable.
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