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Seguir modernizando los mercados

Ajustarse a la demanda real ha de ser una oportunidad para mejorar la oferta y la experiencia de compra

Casi un millar de las paradas de los mercados de Barcelona están vacías

"Nadamos contra corriente": los tenderos de los mercados de Barcelona se debaten entre el derrotismo y la renovación

Puesto vacío en el mercado de Sarrià, en Barcelona.

Puesto vacío en el mercado de Sarrià, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Los mercados municipales de Barcelona y otras ciudades metropolitanas son una pieza clave del entramado comercial de la ciudad y de la vida social de cada uno de sus barrios. Pero han tenido que enfrentarse en las últimas décadas a la dura competencia de las cadenas de grandes, medianos y pequeños supermercados, la pérdida de los hábitos de compra y cocina doméstica diaria de productos frescos y a la cercanía como factor cada vez más decisivo a la hora de elegir el punto de compra. En Barcelona, desde el año 2000 los mercados han pasado de ser el lugar preferido para la compra de alimentación para cerca del 35% de los vecinos a poco más del 12%. En el caso de los alimentos frescos, eso sí, aún retienen una cuota del 30%.

La adaptación de los mercados a esta nueva realidad se ha hecho con mejor fortuna que otras formas de comercio como los tradicionales colmados, en un esfuerzo de transformación que ha evitado su desaparición, o su conversión en espacios monopolizados por la restauración. Ampliación de horarios, nuevos edificios con menos espacio para ajustar la oferta a la demanda, concentración en menos comercios de mayor tamaño, agrupando varios puestos, o números, en uno, para hacerlos competitivos y atractivos e innovadores, incorporación de establecimientos de restauración, degustación, comida preparada, supermercados... Desde el cambio de siglo, el número de comercios cobijados bajo el techo de los mercados ha pasado de 3.420 a 1.330: un 60% menos, como explicábamos ayer. Pero gran parte de esta cifra responde más a un proceso de concentración de varios puestos en uno único y, por lo tanto, búsqueda de mayor competitividad que a la decadencia del modelo.  

Otra cosa distinta sucede con otro de los indicadores que han salido a la luz en los últimos días y que ha reabierto el debate sobre la vitalidad de esta forma de comercio de proximidad. Un tercio de los puestos de los mercados municipales de L’Hospitalet están vacantes, y cerca de un millar de los puestos de los de Barcelona están también vacíos, sea porque están en mercados en pleno proceso de reforma o en vías de reorganización de los espacios disponibles tras cierres por motivos diversos, sea porque se trata efectivamente de espacios inactivos (un 6%) y sin concesionario a la vista a corto plazo. La creciente competencia de cadenas de supermercados en plena expansión, la dificultad de repercutir los costes a una clientela cada vez más envejecida o que debe controlar su presupuesto en los gastos más cotidianos, el difícil relevo generacional, van dejando un goteo de bajas que no se compensan a la misma velocidad. Una tentación constante es la de compensarlas con establecimientos de restauración, u ofertas diseñadas a la medida para el turista en los mercados situados en las rutas habituales de los visitantes. Algo a lo que el organismo gestor de los mercados municipales intenta poner freno.

Los mercados deben seguir siendo puntos de venta de productos de alimentación de proximidad, con el trato personal que siempre los ha caracterizado, con la adopción de nuevos formatos (compra a distancia y entrega a domicilio), y deben seguir aprovechando su redimensionamiento para mejorar la experiencia de compra. Pero tampoco deben renunciar a ese mix de actividades que también los ha identificado desde hace ya años y que los ha hecho satisfacer nuevas necesidades y demandas.