Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Editores que se arriesgan
El grado de ansiedad de publicar un clásico, donde cualquier error se juzgará como ofensa al autor y será carísimo de subsanar, es proporcional a la emoción del verlo publicado
Hace tres décadas, al dar mis primeros pasos en el mundo editorial, viví de cerca la publicación de uno de esos clásicos que imponen: 'A la recerca del temps perdut', de Marcel Proust, traducción al catalán de Jaume Vidal Alcover y Maria Aurèlia Capmany (Columna, 1991). 2.066 páginas, tres volúmenes, cubiertas de tela y un estuche que lo convertía en el regalo ideal para Reyes. Los cuidados y los nervios de los editores para conseguir una obra perfecta fueron un cursillo acelerado. Unos años después, ya con más experiencia, participé en otro proyecto titánico: la edición de 'Els miserables', de Víctor Hugo, en traducción al catalán de Maria Bohigas (Club Editor, 2000). 1.252 páginas, dos volúmenes en tela, estuche.
El grado de ansiedad de una empresa así, donde cualquier error se juzgará como ofensa al autor y será carísimo de subsanar, es proporcional a la emoción del verlo publicado. Quizá por eso, cuando dejé los trabajos editoriales, me quedó para siempre un respeto (y a la vez un sufrimiento) por los editores que se arriesgan haciendo libros enormes. Lo digo porque coinciden ahora en las librerías cuatro obras que reclaman mi empatía. Acantilado ha traducido el 'Epistolario' de Francesco Petrarca, cuatro volúmenes a cargo de Francisco Socas —más de cuatro mil páginas— que darían para encerrarse en casa durante un año sin hacer nada más, y salir más sabios. La Segona Perifèria se ha atrevido con un Stefan Zweig memorable y que ya corre en el boca a boca: la biografía de 'Maria Antonieta', en versión de Ramon Farrés. El contrapunto desde el presente son dos novelones que dominan el arte de la fabulación: 'El último telesilla', de John Irving, que atraerá seguro a sus incondicionales (Tusquets, traducción de Juan Trejo), y 'Demon Copperhead', de Barbara Kingsolver (Navona, versión de Antonio Lozano): el último Pulitzer, una recreación en la América más dura del 'David Copperfield' de Dickens. Los veo en las mesas de novedades, imponentes como el Himalaya, y pienso que la forma de superar mi congoja para con sus editores es hacerles caso y leerlos: ser un Kilian Jornet de la gran literatura.
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