Opinión |
Investidura

Por San Alberto fue, por San Alberto

La yaya Quimeta habría sido mejor presidenta de Gobierno que Sánchez. No amnistiaba sin más, y mucho menos ponía precio al perdón

Ley de amnistía: en qué consiste, cómo se justifica y a quién beneficiará

El pleno del Parlamento Europeo debatirá sobre la ley de amnistía la próxima semana

Exteriores del Congreso de los Diputados en la segunda jornada del Pleno de Investidura de Sánchez.

Exteriores del Congreso de los Diputados en la segunda jornada del Pleno de Investidura de Sánchez. / David Castro

Albert Soler

Albert Soler

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Por San Alberto fue, por San Alberto, cuando tuvo lugar la sesión de 'amnistiadura'. Parafraseando al Rick de 'Casablanca', Feijóo y yo podríamos decir, apurando una botella de whisky: "De todos los días del mundo, ha tenido que elegir el de mi onomástica". En realidad, más que bebiendo whisky, me pilló la sesión bebiendo cerveza.

Seguí el debate desde La Tahona, tomando cañas con los de siempre. Lo bueno del grupo que ahí se reúne es que insultamos igual a los políticos de derechas que a los de izquierdas, a los independentistas que a los constitucionalistas, a los diputados que a las diputadas, sin distinción alguna, será que el tomar cañas incita a meter caña. A la que aparece alguno por la tele balbuceando sus habituales necedades, le llueven los improperios y las mofas. Digo yo que la democracia debe de ser eso.

Por ese motivo me gusta seguir los debates políticos al lado de gente libre de ideologías, en una barra de bar. Ya dijo Camba que asistir a un debate del Congreso teniendo un criterio político es tan absurdo como tomar un asiento de barrera para ver quien tiene más razón: si el torero o el toro.

–Feli, ponnos otra ronda.

Por San Alberto fue, por San Alberto, que empezó a gestarse un Gobierno tan peculiar que necesita el apoyo de partidos de derechas, de partidos de izquierdas y del PSOE, que nunca he sabido exactamente si es de un lado o del otro, probablemente de ninguno de los dos, y sea solamente un invento que sirve para ostentar el poder, no importa cómo. Siendo así, hay que reconocer que cumple la función para la que fue creado. En todas partes hay de esos, en Catalunya tenemos a JuntsxTrincar (o como se llamen hoy), no es raro que se acaben entendiendo.

Por San Alberto fue, por San Alberto, cuando escuché a algunos aceptar la amnistía como un mal menor ante la posibilidad de un Gobierno del PP y Vox. Será que, a fuerza de frecuentar la tertulia de La Tahona, me he convertido en un descreído, pero a mí me da igual quien gobierne, nada bueno espero de los unos ni de los otros. En política, en España, no existe el mal menor, todos nuestros males son mayores. Si estoy contra la amnistía no es por criterios políticos, ni por razones jurídicas, ni por motivos de Estado ni por ningún otro elevado fundamento. Simplemente, estoy en contra porque no la merecen. Así de sencillo.

Por San Alberto fue, por San Alberto, cuando recordé a mi abuela, que era quien me cuidaba de niño mientras mis padres trabajaban. Las pocas veces que la yaya Quimeta me castigaba por una trastada, y a pesar de que la pobre moría de ganas de levantarme el castigo, si yo, con lágrimas en los ojos, le pedía perdón, respondía indefectiblemente mirándome con seriedad: "Ho tornaràs a fer?". Y solo después de que yo, cabizbajo, moviera la cabeza a uno y otro lado, me abrazaba y me besaba. Murió analfabeta, y aun así habría sido mejor presidenta de Gobierno que Sánchez. La yaya Quimeta no amnistiaba sin más, y mucho menos ponía precio al perdón.

Por San Alberto fue, por San Alberto, que después de otra ronda de cañas apareció en la tele de La Tahona la intervención de Pedro Sánchez, asegurando sin vergüenza ni pudor que pactando con los lacistas había hecho "de la necesidad virtud". No sé si sería por el ruido del bar o por la cerveza ingerida, pero lo que entendimos todos fue que había hecho de la necedad servitud.

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