Preguntas para una guerra
La estrategia de Netanyahu parece más de revancha y castigo que una respuesta efectiva para intentar conseguir un estado seguro donde los judíos de Israel, puedan vivir en paz
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La peor noche de bombardeos aéreos en Gaza / MOHAMMED SABER (EFE)
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Rafael Vilasanjuan
Periodista
Con el anuncio de entrar en una nueva fase, el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, ha reconocido que la guerra va a ser larga y difícil. Pero desde que se produjeron los ataques continuados por tierra mar y aire, tras la criminal incursión de Hamás en territorio judío el pasado 7 de octubre, es difícil entender que al ritmo actual de 2.500 muertes por semana esto pueda ser muy largo. ¿Cuánta gente debe morir antes de parar la contienda? El problema es que buena parte de las víctimas actuales no son estratégicas para el final del conflicto y salvo algunas ejecuciones directas de mandatarios militares de Hamás, sus milicias siguen esperando una invasión de Gaza para salir de sus túneles y medirse por fin cara a cara. En ese momento el fuego aéreo, donde Israel domina, tendrá que cesar porque podría acabar impactando entre sus propios soldados. Ahí empieza otra guerra, donde se multiplican las preguntas.
¿Qué órdenes ha recibido el ejército de Israel? Una guerra lenta, si se permite la ayuda humanitaria puede ser conveniente para que Israel vuelva a recuperar el relato perdido de un país que respeta los derechos de las personas, al tiempo que legitima su necesidad de un estado seguro. La sospecha de que quiere rodear en círculo el norte de la franja para asfixiar a los guerrilleros de Hamás hasta hacerles frente en condiciones favorables iría en este sentido. Trataría de convertir la capital de Gaza en una ratonera. Cuanto más dure la guerra, más debilitada estará la milicia que, aunque tiene reservas de petróleo, alimentos y agua, empezará a notar carencias a medida que pasen los días. El problema es que una ocupación larga no resuelve cuestiones tan relevantes como recuperar a los secuestrados, ni quién gobernará la franja en cuanto acabe la violencia. Parece más una estrategia de revancha y castigo que una respuesta efectiva para intentar conseguir un estado seguro donde los judíos de Israel, puedan vivir en paz.
Todas las guerras acaban, en algunos casos bajo la dominación del vencedor al vencido, en otros mediante acuerdos de paz. La humillación que sufrió Israel no fue tanto por los misiles que cayeron desde Gaza, sino por la incursión de sus milicianos por las vallas con las que el Gobierno asegura a todos los israelíes que pueden dormir tranquilos. Una parte de la sociedad israelí se lo recrimina a Netanyahu y ahora se ha visto obligado a una guerra total. El problema cuando se declara una guerra es no tener claro dónde está final, ni donde están los límites. En la actual fase de este conflicto eterno en el mejor de los casos se acabaría con las milicias de Hamás, pero no con el sentimiento de impotencia de una parte importante del pueblo palestino ¿Y luego qué, quién gobernará Gaza? No se puede ocupar a millones de personas sin pensar que no va a haber resistencia. Israel puede ganar esta guerra, pero no conseguirá con ella la seguridad de sus ciudadanos, porque nada puede terminar hasta que termine la ocupación.
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