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Movilidad sostenible

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Lo que le falta al coche eléctrico

Si se quiere que la mayoría de conductores se sumen a la electrificación hay que darles mejores infraestructuras

Aparcamiento para coches eléctricos.

Aparcamiento para coches eléctricos.

La Unión Europea se ha marcado el año 2035 como la fecha límite a partir de la cual estará prohibido comercializar vehículos de combustión. Queda, pues, poco más de una década, pero nadie lo diría si nos fijamos en las cifras actuales: los coches 100% eléctricos (sin contar los híbridos) representan apenas entre el 13% y el 15% del total de los que se matriculan en Europa, y en España el panorama es aún más desolador, con un escaso 5% en lo que va de año. El compromiso de una automoción de cero emisiones en el futuro queda en entredicho, si los ciudadanos no se animan a seguirlo. Ya el mes pasado, vimos una muestra de relajación en las buenas intenciones normativas, cuando el Consejo de la UE (el órgano que representa a los gobiernos de la Unión), aprobó retrasar la entrada en vigor del reglamento Euro 7, que endurecía las restricciones para la fabricación de coches con motor de combustión. La razón, se argumentaba entonces, era proteger la industria automovilística europea y evitarle sobrecostes que le resten competitividad, especialmente cuando China está entrando con fuerza en este mercado. Los gobiernos deben hacer equilibrios entre forzar una descarbonización que ya no es opcional y dar margen a las empresas a adaptarse a esta revolución.

La industria automovilística ha abrazado la apuesta por la electrificación, con inversiones importantes, pero se choca con un golpe de realismo: aunque las ventas de coches eléctricos suben año a año, no se venden tantos como cabría esperar. La administración también pone de su parte, tanto desde el lado del consumo (con bonificaciones a la compra) como de la producción (con los Pertes financiados con fondos europeos). Y sin embargo, todo esto parece insuficiente para alcanzar la celeridad deseada. Para que un número mayoritario de conductores se sumen a la transición al coche eléctrico hace falta algo más: convencerles. Los que ya están convencidos, bien sea por razones ecológicas o porque les gusta probar la última tecnología, ya están dispuestos a comprar un coche más caro; pero es preciso allanar el camino al resto, para que la reducción de emisiones contaminantes en las carreteras y dentro de las ciudades sea una realidad cuanto antes.

El precio elevado y la reducida red de recarga son las dos grandes causas por las que la mayoría de compradores todavía se resisten al coche eléctrico. En la primera es difícil intervenir (más allá de las mencionadas subvenciones), ya que las baterías todavía son caras, y eso condiciona el precio final. A mayor producción, es de esperar que baje el precio, pero para eso hará falta que suba la demanda. Más fácil de solucionar debería ser multiplicar los puntos de repostaje, sin los cuales el coche eléctrico queda en franca desventaja frente al de motor de combustión fósil para trayectos largos. Diferentes compañías energéticas tienen planes de expansión de electrolineras, pero hará falta un impulso mayor porque el retraso es considerable: en España hay 382 puntos de recarga por cada millón de habitantes, mientras que la media europea es de 1.073. Si no se ponen facilidades, los consumidores se resistirán al cambio, sobre todo si hay una alternativa más barata y cómoda, aunque esta sea más contaminante.