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"Está verde, muy verde"

Aragonès fue al Senado no solo para evitar que todo el protagonismo sea de Puigdemont, sino también porque ERC cree que hoy es más probable la repetición electoral

Aragonès se reivindica en el Senado ante un PP que centra sus críticas en Sánchez

Aragonès avisa de que la amnistía es solo el "punto de partida" para que Catalunya vote en un referéndum

Pere Aragonès a su llegada al Senado

Pere Aragonès a su llegada al Senado / David Castro

Joan Tapia

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¿Tiempo muerto? La negociación Sánchez-Puigdemont no avanza, pero no se rompe. Hay margen hasta el 27 de noviembre. El PP sigue con su agitprop contra la desconocida ley de amnistía. Cree que perjudica a Sánchez al dificultar el pacto con Junts y degradar su imagen (el último CIS registra una pequeña baja socialista respecto a septiembre). Y Puigdemont con sus 'siete magníficos' sigue siendo el Árbitro. Débil en Catalunya, donde el 23J fue la quinta fuerza (con los mismos siete magníficos que ERC), pero en votos detrás también del PSC, de Comuns… y del PP, la aritmética parlamentaria le ha hecho el rey del mambo de la investidura. Pregona, en un reciente tuit, que él decidirá si hay investidura o elecciones.

Como era de esperar (la pugna con Junqueras fue la que decidió la declaración unilateral de 2017), a ERC el protagonismo de Puigdemont le repatea. Por eso Aragonès fue a la comisión del Senado, convocada por el PP para atacar la amnistía de Sánchez y que boicotearon tanto los tres presidentes socialistas como el lendakari Urkullu.

Que tras el 155 un 'president' independentista fuera al Senado no era fácil. Pero Aragonès tenía cuatro objetivos. Uno, recordar a España y a su electorado que ERC también existe. Dos, demostrar que no son menos fieros que Puigdemont en contrariar al PSOE. Tres, hacer su propaganda de la amnistía (los indultos fueron el primer paso) y proclamar que solo será el primer escalón para el referéndum (eso sí, pactado, sin unilateralidad). Cuarto, empezar a construirse otra imagen. No es solo un moderado y un contable fiable y solvente, sino también un tribuno que alza la voz en Madrid y se enfrenta al PSOE (yendo al Senado) y desprecia al PP, marchándose tras su discurso y ninguneando a todos sus presidentes autonómicos.

Estos cuatro motivos ya bastan, pero quizás hay un quinto. ERC empieza a creer que puede haber elecciones. No porque Puigdemont no quiera pactar, ni por falta de ganas de Sánchez, sino porque Puigdemont –desde Waterloo– piense que el premio de la lotería que le ha tocado es superior a su valor real. Bastantes analistas creen que Sánchez ya ha hecho su oferta máxima y que no puede tragar ni el mediador internacional ni el derecho de Catalunya a declararse independiente unilateralmente. Basta leer el interesante artículo del exministro socialista Tomás de la Quadra en 'El País', donde sostiene con rigor una tesis menos favorable a la amnistía que Sánchez, pero menos cerrada que Felipe. Y Sánchez sabe que –jurídicamente– de la Quadra pesa y que los siete magistrados progresistas del Constitucional no son soldados. 

Quizás por eso Laura Vilagrà, la 'consellera' más próxima a Aragonès, dijo esta semana que la negociación de la investidura estaba "verde, muy verde". Queda un mes y lo verde puede madurar. Pero, ¿por qué Puigdemont repite ahora lo de septiembre, el día después del insólito encuentro en Bruselas con Yolanda Díaz, cuando razonablemente pudo pensar que todo el monte era orégano? Cada día que insista le costará más –ante el independentismo asilvestrado de la ANC y compañía– tragarse sus palabras. Puigdemont juega el póquer y en el póquer se puede perder. Por eso el discurso de Aragonès en el Senado también pudo ser el primer acto preelectoral de ERC.

Y no es solo ERC. En la última ejecutiva de la CEOE Antonio Garamendi dijo que lo mejor sería la repetición electoral. ¿Para ayudar a Feijóo? ¿Por qué le asustan las exigencias de Yolanda Díaz cuando la economía española está pasando de crecer un 5,5% en 2022 al 1,8% el próximo año, con el BCE dejando de financiar el déficit público y tipos de interés más altos? ¿Y cómo interpretar la conferencia del próximo miércoles de Feijóo en Barcelona, donde el PP necesitaría más diputados? Trabaja ante una repetición electoral que desea y que ahora cree más posible.

Pero tampoco hay garantía de que unas nuevas elecciones desempaten entre el PP y el PSOE y entre el total de la derecha y el total de la izquierda. España está empantanada porque, con dos conflictos internacionales graves –Ucrania y Palestina– y con expectativas económicas menguantes (no catastróficas), los líderes de los dos grandes partidos solo piensan en liquidar al contrario.

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