Opinión |
Las cuentas del club

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Barça: realismo y exigencia

Al recortar a fondo y vender activos, el Barcelona se convierte, inevitablemente, en un club más pequeño

El Barça tapona la vía de agua, ¿pero podrá seguir navegando?

Joan Laporta en una intervención institucional.

Joan Laporta en una intervención institucional. / EFE

La actual junta del FC Barcelona se está enfrentando a un reto hercúleo, que no es otro que evitar por todos los medios que la nave azulgrana se hunda sin remedio. La emergencia de la situación económica ha hecho que los gestores azulgranas hayan tenido que recurrir a todas cuantas medidas estaban a su alcance. Son las famosas palancas. Han tirado de todas las que se hallaban disponibles y de algunas más que ellos mismos han tenido que improvisar. 

Así, el Barça ha vendido activos como, por ejemplo, el 15% de los derechos de televisión o el 49% de Barça Studios. Igualmente, los gestores han echado mano de unas enormes tijeras para recortar unos salarios deportivos, fruto de contratos superlativos, desproporcionados. Por si fuera poco, el profundo socavón económico ha coincidido con la necesidad de renovar el viejo Camp Nou. Para ello, se ha tenido que armar un complejo entramado de pactos que permitan financiar el nuevo terreno de juego y el conjunto del denominado Espai Barça. Las obras, ya en marcha, han hecho que el Barça deba abandonar el Camp Nou para trasladarse a Montjuïc, al Estadio Olímpico Lluís Companys, con la consiguiente y onerosa pérdida de capacidad.

Las decisiones que se han adoptado para intentar frenar la enorme vía de agua, primero, y poder, después, reparar la nave para poder navegar con renovado brío tienen sus consecuencias y suponen una serie de peajes. Al recortar a fondo y vender activos, el Barcelona se convierte, inevitablemente, en un club más pequeño. Es desde esta nueva realidad que Joan Laporta y sus directivos deben imaginar, decidir, planificar y gestionar. Hasta que el club haya recobrado todo su potencial y vitalidad. No hay alternativa, pues o el barco consigue mantener la flotación o se va financieramente a pique, lo que supondría, seguramente, su conversión en una sociedad mercantil.

En el terreno puramente deportivo y social, que es, hay que recordarlo siempre, el núcleo y la razón de ser del club, es necesario afrontar el presente y el futuro con una mentalidad absolutamente realista. El socio y el aficionado culé parecen ser conscientes de que el Barça ya no es el Barça de antes. Pero también de que, si las cosas se hacen adecuadamente, la entidad puede situarse nuevamente a la cabeza de los clubs europeos. Hay que pasar, es cierto, por un trance difícil y a veces amargo. Por un tiempo, los responsables deportivos del Barça, y muy singularmente los del primer equipo del fútbol masculino, deberán exprimir sus capacidades -ya lo están haciendo- para conseguir los mejores resultados posibles con una plantilla sin carísimas superestrellas. 

Para que las cosas salgan bien es necesario aprovisionarse de buenas dosis de serenidad y confianza. No hay que perder los nervios al primer tropiezo, ni al segundo. Por descontado, ello no ha de ser un obstáculo para exigir en todo momento absoluta claridad y máxima transparencia a Laporta y al resto de responsables de la entidad. El socio es el propietario del club y debe disponer de la máxima información, amén de ser consultado cuando la situación lo demande.