Opinión |
Pactos poselectorales

El abanico de Salvador Illa

La papeleta más difícil viene ahora, cómo diluir la resistencia de Carles Puigdemont para que Junts colabore en la investidura de Pedro Sánchez

Illa pide a Junts que esté "a la altura de las circunstancias" en un momento de "punto de inflexión"

Illa pide a Junts que esté "a la altura de las circunstancias" en un momento de "punto de inflexión" / ACN

Joaquim Coll

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Si hay un artilugio a reivindicar y rescatar, tanto ahora como en los años venideros, es el abanico. Nos alivia eficazmente de los calores, es ligero y no gasta. Imprescindible en tiempos de emergencia climática. Como regalo veraniego resulta imbatible, y hay para todos los gustos, necesidades y presupuestos. En la política catalana, el rey del abanico se llama Salvador Illa, maestro en darse aire y más aún en el uso de su lenguaje, que es sutil y secreto, con el que antaño las damas y los caballeros se comunicaban deseos y amores. La mejor prueba es que sin armar ruido, el PSC ha cerrado acuerdos locales a diestro y siniestro, con este, ese y aquel. Cuando Illa saca su abanico para pactar, Todos dicen I Love You, como en el título de la película de Woody Allen. Hasta en la Diputación de Barcelona, donde ERC juraba que no quería saber nada de los socialistas, con un Oriol Junqueras colérico en sus declaraciones, se ha obrado el milagro tras las generales, para sorpresa y enfado de Junts, claro está, que presionados por los republicanos habían renunciado al renovar el pacto y ahora se han quedado con las ganas. En la lista de agravios entre ambas fuerzas independentistas figura ya otro nuevo reproche: la acusación de robarse acuerdos con el PSC. No solo en Barcelona, también en Tarragona y Lleida.

La estrategia de Illa es pactar con todos y no enfadar a nadie. Nada de recordar tampoco a los nacionalistas que sus apoyos electorales en unas generales han caído a niveles de 1982. El líder del PSC piensa en el ahora, pero sobre todo en el mañana, sin prisas, porque cuando gane las elecciones para la Generalitat podrá elegir socio o, si se descuidan, acabar gobernando con todos, como si fuera el nuevo Tarradellas de la unidad catalana. Entre tanto, la papeleta más difícil viene ahora, cómo diluir la resistencia de Carles Puigdemont para que Junts colabore en la investidura de Pedro Sánchez. A priori parece muy difícil. La negociación será larga y tortuosa, pero en la Moncloa disponen de alguna carta, e Illa de su abanico, que tan buenos resultados le ha dado.

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