Consejos

Vacaciones en casa

Los motivos por los que la gente viaja menos en agosto son variados: dinero, salud, miedo, pereza, conciencia climática…  y, total, ya vienen ellos

Terrazas de bares en Barcelona

Terrazas de bares en Barcelona / ALVARO MONGE

Alejandro Giménez Imirizaldu

Alejandro Giménez Imirizaldu

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El turismo es un fenómeno que tiene sus orígenes en el viaje de fin de estudios de los jóvenes aristócratas ingleses por el Mediterráneo clásico al concluir su etapa formativa, el Grand Tour. Las conquistas obreras del XIX popularizan las vacaciones. Cocó Chanel pone de moda el bronceado. Estar moreno pasa de señal de rango campesino a prueba de solvencia y tiempo libre. Pero este verano muchos ciudadanos pasaremos las vacaciones en Barcelona. Los motivos por los que la gente viaja menos en agosto son variados: dinero, salud, miedo, pereza, conciencia climática… y, total, ya vienen ellos.

Volar no es obligatorio. Comer sí. El verano entrado, la goma del bañador cedida, los pudores perdidos y de perdidos al río. A continuación, con su permiso, 10 consejos para disfrutar los placeres del comercio y el bebercio en nuestra ciudad:

1. Caminar. Cuanto más lejos del centro, mejor. Por cuatro razones, la primera, que el ejercicio proporciona la coartada perfecta para ponerte morado. La segunda, que el mejor condimento es el apetito. La tercera, que mejora la calidad y bajan los precios. La cuarta y más importante, que según se acerca uno a las periferias, a L'Hospitalet, Santaco, Sant Adrià, Cornellà o el Prat, empiezan a surgir señoras que saben freír las patatas como Dios manda.

2. Duralex. La hostelería sincera se sirve en vajilla irrompible y gastada. Aléjese de platos cuadrados, copas esbeltas, plásticos y desechables. Un mantel de verdad luce limpio y planchado pero también deja intuir la delicada sombra de un antiguo brindis entre sus cuadros. Ha de volar lo suficiente para ocultar caricias prohibidas.

3. Cocina. La de siempre no necesita espectáculo. La buena cocinera guarda con rigor sus recetas en un cuaderno que hay que arrancarle de las manos. Del 'rigor mortis'.

4. Fluorescentes. Atentos a la iluminación. Un restaurante decente no escatima luz. Los platos salen de la cocina al comedor como la alineación del Real Madrid al Camp Nou.

5. Lejía. Al fondo a la derecha, no hace falta preguntar y huele a eso.

6. Barra. El tamaño importa. Ancha, larga, profunda y de acero. De limpieza y verbo fáciles, con ginebra las dos cosas.

7. Humos. No cal llamar esferificación a los buñuelos. -Sí, señor, yo esperaba a que me siente, pero tiene usted la sala vacía. Menos humos. Siguiente.

8. Personal. Nunca, bajo ningún concepto, debe haber nadie a la puerta invitándole a entrar. No confunda sus bajos instintos, la gula y la lujuria son pecados distintos. Por guapo, bienvestido y zalamero que le parezca, huya. Huya por sus tripas.

9. Menú. Sin fotos. Los platos del día pueden estar en una pizarra. Pase usted el dedo discretamente. Si lo escrito no se borra, siga andando.

10. Parroquia. Fíjese en los comensales. Los señores con un poco de barriga y en ropa de trabajo son mejor anuncio que un rótulo luminoso. Atienda ¿los camareros tratan a los clientes por su nombre? Bingo. Y bozal a los prejuicios: algunos de nuestros mejores locales los regentan catalanes de origen chino.

¡Buen provecho!

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