Opinión |
Elecciones 23J
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Sacar a Vox de la ecuación

La izquierda española ha creído que atizando el voto del miedo a la bestia ultra conseguiría frenar la bajada electoral, y el resultado es el contrario: ha aumentado el voto útil al PP

Propaganda electoral de Vox en las calles del barrio de Cerdanyola, en Mataró.

Propaganda electoral de Vox en las calles del barrio de Cerdanyola, en Mataró. / Àngel Garcia

Ningún partido quiere tener nada que ver con Vox, pero todos lo han convertido en el centro de atención. Y es un error cometido a derecha e izquierda del panorama político, independentistas incluidos. Pero quien más lo ha repetido ha sido la izquierda española, que ha creído que atizando el voto del miedo a la bestia ultra –que tantos réditos le había dado en el pasado– conseguiría frenar la bajada electoral. El resultado, sin embargo, es el contrario: tanto gritar al lobo ha ayudado, sin duda, a bajar las expectativas de Vox, pero ha aumentado el voto útil al PP. Un voto útil que Feijóo sabe vender con sorprendente maestría dialéctica.

Pero si el efecto es este y el miedo a Vox no revierte en un crecimiento de la izquierda española –ni siquiera viendo las majaderías de los ultras que han conseguido cargos gracias a los recientes acuerdos con el PP–, sino en un reforzamiento de la derecha, la conclusión es evidente: el 'sanchismo' da más miedo que la extrema derecha. O dicho de otro modo, el 'antisanchismo' moviliza más que el antifascismo, cosa que ciertamente da mucho repelús. No hace falta decir que los responsables de la normalización de la extrema derecha son muchos, desde los mediáticos que le han dado micrófonos, a los políticos, que han naturalizado su presencia en las instituciones; pasando por los judiciales, que les ha dado visibilidad en la gran causa general contra el independentismo. Y normalizada la bestia, el miedo se ha diluido en muchos sectores de la ciudadanía, especialmente en aquellos que formaron parte del franquismo sociológico, o en sectores jóvenes que no acumulan memoria histórica.

Más allá de estas responsabilidades compartidas (el PSOE también tiene mucha culpa), es un hecho que Pedro Sánchez ha equivocado la estrategia y el relato, y al poner toda la esperanza en el miedo a la derecha –en un 'totum revolutum' PP-Vox–, ha olvidado que llegaba a la contienda electoral fatigado, denostado y cuestionado por amplios sectores. Es, por decirlo de manera coloquial, un líder quemado incapaz de ilusionar más allá de los convencidos. Feijóo, en cambio, a pesar de los años de gobierno en Galicia, que tendrían que haber desgastado su imagen, ha conseguido (verbi gratia de las buenas artes de Miguel Ángel Rodríguez), vender un producto renovador, idea que tiene mérito porque 'PP' y 'renovación' es un oxímoron de manual.

Por eso peligra el Gobierno de Sánchez, porque los adversarios ya no dan miedo –o no todo el miedo que esperaba–, y él ya no hace gracia; combinación que es letal para el PSOE. En otras ocasiones electorales en que el PP podía hacer el 'sorpasso', el PSOE conseguía retener el poder gracias a Andalucía y a Catalunya, pero en Andalucía ya quemó los cartuchos, y si bien en Catalunya ganará con toda probabilidad, no tendrá suficiente. Primero, porque ha sido un gran estafador en las promesas hechas a los catalanes; segundo, porque sus valedores, ERC y Comuns, van a la baja, y tercero, porque también en Catalunya el 'antisanchismo' hará crecer el PP. Si las cosas, pues, no cambian de manera radical, y ya hemos atravesado el ecuador de la campaña, parece muy probable que el PP ganará las elecciones.

Ganará pero… ¿gobernará con Vox? Lo veo muy improbable, porque una cosa es tolerarlos en pactos autonómicos y otra, vincular la extrema derecha al Gobierno del Estado. Más bien creo que, si el PP no tiene mayoría absoluta, todos los poderes fácticos, sociales, políticos y económicos, pero también la Comisión Europea y especialmente la monarquía, presionarán por un gran pacto de Estado, para estabilizar la economía y evitar que se subleve la calle. Un pacto de Estado que solo se puede realizar sin Pedro Sánchez; pero si él pierde, estará tan muerto políticamente que el PSOE podrá soltar lastre para rehacerse.

En este probable contexto, los partidos independentistas solo pueden ir al Congreso a defender posiciones propias, porque no habrá otra partida que jugar. Y es aquí donde se equivocan ERC y CUP, que también mantienen Vox como eje central del relato, y esto, en las circunstancias actuales, no les da ningún voto. Junts es el único que mantiene un relato propio, y tal vez esto le dé algún rédito. Sea como fuere, si hay pacto de Estado, preparémonos, porque cuando la derecha y la izquierda españolas pactan, Catalunya siempre lo pierde todo.