Marca blanca
Es evidente que con Yolanda Díaz ha nacido un nuevo liderazgo, pero ¿es un liderazgo para la izquierda del PSOE o es una renovación del propio PSOE?
Pilar Rahola
Periodista y escritora
Si bien en política todo tiende a ser cíclico, parece claro que se han acabado las mayorías absolutas de otras épocas y que, gane quien gane, tendrá que hacer malabarismos con la aritmética parlamentaria para poder gobernar. Hasta ahora, los bloques estaban bastante claros: PP, Vox y Ciudadanos, por un lado; y PSOE, Podemos e izquierdas nacionalistas por la otra. Pero con la desaparición de Ciudadanos y el derrumbe de Podemos, el mapa global ha sufrido una sacudida que puede modificar ligeramente la tendencia.
O dicho de otro modo, es posible que no haya mayorías absolutas, pero que las relativas se amplíen considerablemente. Algo que dificultaría las alianzas, pero facilitaría, eventualmente, el gran pacto de Estado que quiere la Comisión Europea –la deuda española es iniguantable– y con el que sueñan muchos de los poderes fácticos españoles. Pacto de Estado, sin embargo, que siempre pasaría por la desaparición política de Pedro Sánchez, cosa que si no gana es altamente probable.
Futuribles aparte, el hecho es que las alianzas en ambos lados se han ido debilitando. En el caso de Vox, porque parece que el voto útil al PP va tomando cuerpo. Y no debe ser menor el impacto negativo que tienen las políticas anunciadas por Vox en las autonomías, en los sectores conservadores más liberales. Pero donde se han complicado mucho las cosas es en el cuadro de alianzas del PSOE, cuya solidez se está agrietando. Primero, porque tanto Bildu como ERC pagarán electoralmente el precio de haber facilitado el Gobierno de Sánchez sin haber conseguido nada sustancial.
Todos los 'trackings' de los partidos sitúan a las dos formaciones en posición de caída, aunque es ERC quien sufrirá el desgaste más importante. Con un añadido no menor, al menos dentro del independentismo: la convicción de que el único éxito relevante, la desaparición del delito de sedición –que era insostenible a Europa–, ha sido una jugada socialista para poder facilitar la detención del 'president' Puigdemont. Es decir, ni en este caso las alianzas de ERC habrían resultado buenas para el independentismo. Con Junts totalmente en contra de pactar la investidura de Sánchez, y con ERC en caída, es evidente que este flanco es ahora más débil que hace cuatro años, para sostener un hipotético Gobierno de Pedro Sánchez.
Apostillar al hermano mayor
Sin embargo, donde se ha producido el estrépito más importante, cuyo resultado es a estas alturas incierto, es en el mundo de la izquierda alternativa, con la desaparición de facto de Podemos y la aparición de Sumar. Es evidente que con Yolanda Díaz ha nacido un nuevo liderazgo, pero ¿es un liderazgo para la izquierda del PSOE, o es una renovación del propio PSOE? Y la pregunta es pertinente porque Sumar ha aparecido en el panorama político como una auténtica marca blanca del PSOE, sin personalidad propia más allá de apostillar el relato del hermano mayor.
A diferencia de Podemos, que nació del 15M y presentaba un perfil ideológico claramente diferenciado, con una propuesta de cambio de paradigma político muy rupturista, Sumar pertenece a la dinámica del régimen del 78, no quiere cambiar nada sustancial y no tiene intención de hacer ninguna microrrevolución si llega al Gobierno. Es cierto que las expectativas de Podemos han quedado truncadas, tanto por las dificultades intrínsecas, como por las campañas feroces que ha sufrido y, sobre todo, por su propia incompetencia a la hora de gobernar, pero no se puede dudar de su voluntad de regenerar la política.
Un apéndice
Sumar no es nada de todo esto; al contrario, es una clara rectificación de lo que significaba Podemos, y la prueba más evidente es el cambio de posición en el tema del conflicto catalán, donde se ha situado en contra sin ambigüedades. La cuestión es si la estrategia de la marca blanca es útil o lesiva para Pedro Sánchez, y la respuesta no está clara.
Es evidente que le va muy bien que desaparezca Podemos, a quien siempre ha considerado una pesadilla. Pero las expectativas de voto también pueden migrar, porque si Sumar es lo mismo que el PSOE –y a estas alturas cuesta diferenciarlo–, ¿qué utilidad tiene votarlos, cuando la intención del voto es frenar a la derecha? Podemos era un añadido al PSOE y tenía un sentido; Sumar es un apéndice. La cuestión es esta: en situaciones de peligro, ¿quién se arriesga a votar al complemento, si se puede votar a la pieza mayor?
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