En clave europea

La UE se queda atrás en el pulso espacial

Este fracaso ejemplifica las carencias habituales de los planes europeos: grandes visiones sobre el papel, diseñadas reaccionando a los acontecimientos en lugar de anticiparse a ellos, con fondos muy insuficientes y sin movilizar todos los medios para lograr el objetivo

Satélite Miura

Satélite Miura / PDL Space

Eliseo Oliveras

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Tras el lanzamiento el 5 de julio del último cohete Ariane 5 para colocar un satélite militar francés y otro de telecomunicaciones alemán, la Unión Europea (UE) se ha quedado sin capacidad propia para enviar satélites pesados al espacio, por primera vez en medio siglo. La falta de previsión, una inversión insuficiente y una planificación a corto plazo han llevado a que el nuevo modelo Ariane 6 no será operativo hasta dentro de dos años como mínimo. La UE sólo cuenta ahora con los cohetes ligeros Vega para colocar pequeños satélites en órbita baja y media, pero tras la fallida misión de diciembre de 2022 se han paralizado los lanzamientos.

Arianspace y la Agencia Espacial Europea (ESA) dejaron de fabricar los Ariane 5 antes de que el Ariane 6 fuera operativo, pese a que pronto fue evidente que acumulaba cada vez más retrasos y que el vuelo inaugural previsto para julio de 2020 era imposible. Durante la renovación de los Ariane 3 y 4, se había seguido fabricando cohetes del modelo antiguo hasta tener el nuevo operativo para misiones comerciales. La negligencia europea resulta sorprendente porque fue la eficacia y seguridad que ofrecía el Ariane 5 lo que llevó a la NASA norteamericana a encargarle el lanzamiento del telescopio espacial James Webb (una joya tecnológica de 9.200 millones de euros) en diciembre de 2021. A causa del retraso del Ariane 6 y la falta de cohetes Ariane 5, la UE ha perdido multitud de lanzamientos de satélites que ya tenía contratados.

Soberanía estratégica

Esto supone un mazazo a la soberanía estratégica europea y deja a la UE atrás en el pulso global por la tecnología y el negocio espacial, dependiendo de la norteamericana SpaceX para colocar sus satélites científicos, de comunicaciones y militares. La UE ya tuvo que contratar a SpaceX para el lanzamiento el 1 de julio de su telescopio Euclid, que estudiará la energía y la materia oscura del universo.

Este fracaso ejemplifica las carencias habituales de los planes europeos: grandes visiones sobre el papel, diseñadas reaccionando a los acontecimientos en lugar de anticiparse a ellos, con fondos muy insuficientes y sin movilizar todos los medios para lograr el objetivo. La Comisión Europea indica en su informe Prospectiva Estratégica 2023 que para lograr la transición energética en la UE aprobada para esta década se requiere una inversión anual adicional de 620.000 millones. Esto equivale a más del 3,9% del producto interior bruto (PIB) anual de la UE. Para recuperar el retraso tecnológico digital respecto a Estados Unidos y China es indispensable otra inversión anual de 125.000 millones en la UE como mínimo, añade el informe. La Comisión Europea confía que el sector privado aporte la mayor parte de esos fondos sin precisar cómo, pero esa expectativa resulta ilusoria en el actual contexto de tipos de interés cada vez más altos, freno económico y retorno de la política de austeridad. Del mismo modo, la UE quiere desarrollar su industria de defensa, pero sin ofrecer a las empresas europeas contratos a largo plazo y comprando cerca del 60% del armamento a compañías extracomunitarias.

Contraste chino y estadounidense

La actitud de la UE en el sector espacial y en otros ámbitos, como la industria tecnológica, contrasta con la planificación a largo plazo y la masiva movilización de fondos y medios de China, pese a que el PIB per cápita chino es un tercio del de la UE. China ha recuperado en las dos últimas dos décadas su retraso espacial, se ha dotado de una estación orbital y ha enviado un vehículo robotizado a la superficie de Marte.

Los limitados fondos del programa espacial de la UE le impiden competir con EEUU y con China, avisa el think tank Bruegel. El proyecto Ariane 5, tras el fallo de su vuelo inaugural en 1996, no hubiera salido adelante sin la determinación del presidente francés, Jacques Chirac, de movilizar todos los medios necesarios para resolver los problemas, convirtiéndolo en el mayor éxito comercial de la industria espacial europea. Pero en la actualidad, la UE moviliza recursos muy limitados en comparación con sus competidores. El presupuesto anual de la Agencia Espacial Europea (7.150 millones en 2022) es un tercio del de la NASA. La agencia norteamericana costeó cerca de la mitad del desarrollo de los cohetes de SpaceX, mientras la UE retrasó seis años por motivos financieros el inicio del desarrollo del Ariane 6, pese a las alertas desde 2008. El proyecto sólo arrancó en diciembre 2014, como reacción al éxito del Falcon 9 de SpaceX, que acumulaba contratos reduciendo un 40% los precios. 

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