Opinión |
Unión Europea

Soberanía digital, la geopolítica también se juega aquí

Resulta fundamental apostar por una soberanía digital y tecnológica real de Europa, que permita efectivamente, adoptar decisiones de manera autónoma, con unas mayores dosis de influencia y menores dependencias

El diseño de la inteligencia artificial debe tener en cuenta cualquier tipo de discapacidad por leve que sea.

El diseño de la inteligencia artificial debe tener en cuenta cualquier tipo de discapacidad por leve que sea. / INFORMACIÓN

Ruth Ferrero-Turrión

Ruth Ferrero-Turrión

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No añado nada nuevo al afirmar que nos encontramos en un momento de la historia global de profunda transformación. La pandemia o la guerra en Ucrania han sido solo algunos de los campos de batalla donde se está jugando el futuro del orden mundial que está por llegar y para el que, todavía es pronto, poder hacer predicciones. Sin embargo, sí que parece cada vez más claro cuáles son los instrumentos con los que contaremos para poder gobernarlo. La inteligencia artificial o el 5G son términos que ya forman parte de nuestro vocabulario, aunque no sepamos muy bien hasta donde llegan sus capacidades de incidencia que intuimos que son muchas y poco controlables.

La Unión Europea, como el resto de actores globales, aunque con mayor retraso, también ha incorporado en su planificación al medio y largo plazo, el concepto de autonomía digital y tecnológica dentro su Brújula Estratégica. La incorporación de este eje se hace esencial en un mundo donde la capacidad tecnológica define el liderazgo mundial en un mundo, donde a pesar de las constantes amenazas de desacople entre bloques, está cada vez más conectado. 

La soberanía digital se extiende más allá de los gobiernos y de las empresas e incorpora un complejo mundo de redes de usuarios y consumidores que necesitan protección ante las amenazas de naturaleza diversa que, por el momento, continúan sin estar lo suficientemente reguladas. Es necesario el diseño de políticas e instrumentos que aseguren los intereses públicos del dominio digital, formar a ciudadanos y ciudadanas resilientes en un mundo interconectado en dónde las grandes tecnológicas ya son demasiado poderosas. Europa debe tener como objetivo la cooperación con sus socios, pero siendo capaz de actuar sobre la base de sus propios intereses.

La debilidad tecnológica europea frente a Asia y Estados Unidos no debe abordarse desde la ansiedad competitiva. Por el contrario, la UE y sus Estados Miembros deben avanzar en un enfoque equilibrado de la soberanía digital y tecnológica que incorpore no solo la promoción y el avance, sino que también proteja a la ciudadanía de los peligros que conllevan estos procesos.

La transformación digital y verde se han convertido por derecho propio en las dos grandes transformaciones que Europa necesita para reivindicar su posición en el tablero geopolítico global. Pero en el caso de la agenda digital europea esa soberanía debe realizarse de tal modo que exista capacidad de control europeo sobre las capacidades tecnológicas y no a la inversa, de tal modo que las infraestructuras digitales, las conectividades y el traspaso de información sean sostenibles además de seguras y eficaces.

En un mundo que se ha desplazado hacia el eje Asia-Pacífico, donde Europa ha quedado en los márgenes de la centralidad geopolítica, es fundamental apostar por una soberanía digital y tecnológica real, que permita efectivamente, adoptar decisiones de manera autónoma, con unas mayores dosis de influencia y menores dependencias. De eso va la autonomía estratégica.

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