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Las vacaciones escolares

Editorial

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El precio de conciliar en verano

No se trata solo de un problema de organización y economía familiar, sino de igualdad de oportunidades

Manguerazo contra el calor, en el casal de la Pere Tarrés de la escuela Fedac de Sant Andreu

Manguerazo contra el calor, en el casal de la Pere Tarrés de la escuela Fedac de Sant Andreu

Con el inicio de las vacaciones escolares llegan los quebraderos de cabeza para los padres y las madres. Son once semanas, muchas más de las que las familias tienen libres en verano. La disparidad entre las vacaciones de escuelas e institutos y la de la inmensa mayoría de la población ha generado, desde siempre, tensiones entre maestros y progenitores. Los segundos desearían que el parón veraniego no fuera tan prolongado. Conciliar durante las vacaciones de niños y adolescentes resulta para las familias un puzle complicado. Además, no se trata simplemente de aparcar a los menores. O de que pasen horas y horas con el móvil o jugando a algún videojuego. Lo ideal es que el verano suponga una experiencia provechosa. Que sea un periodo lúdico, pero también un tiempo de aprendizaje y formación en el sentido más amplio del término.

Por todo ello las familias recurren a la variada oferta existente en Catalunya de 'casals', campamentos, colonias, cursos de todo tipo, estancias en el extranjero o academias y profesores particulares para reforzar alguna materia, entre otros. Hay oferta tanto de tipo público como privado, aunque la segunda es muy mayoritaria. Si no hay más remedio y ellos se encuentran en condiciones, también está, claro, el manido recurso a los abuelos.

Brecha socioeconómica

Las diversas actividades de verano para niños y adolescentes no resultan baratas. Se calcula que una familia media con dos hijos destina entre 800 y mil euros a resolver, más o menos, la conciliación vacacional. Afrontar este desembolso, no supone, claro, lo mismo para las familias con más ingresos que para aquellas con pocos recursos. Aquí también se nota la brecha económica y social. Un estudio de 2022 de la Aliança Educació 360 señala que el 72% de las familias con un alto poder económico apuntaron a sus hijos a campamentos, 'casals' y otras actividades. El porcentaje, sin embargó, cayó hasta el 41% en el caso de las familias socialmente más vulnerables. En conjunto, cuatro de cada diez menores de entre 6 y 16 años de Catalunya se quedaron sin un verano estimulante a causa de la brecha económica y social. 

No resulta en ningún caso lo mismo pasar los largos días de estío delante de una pantalla que en un entorno lúdico y educativo. Que los menores lo pasen bien y aprendan marca la diferencia luego, cuando en septiembre regresan a sus centros de enseñanza. 

Las familias y el sector educativo reclaman que las administraciones públicas hagan más esfuerzos para que las familias con menos ingresos puedan beneficiarse de un verano provechoso. El objetivo sería facilitar la conciliación, pero también de hacer que el periodo vacacional no sea un elemento que aumente las diferencias en el aula entre los niños y adolescentes que provienen de las familias más modestas y el resto de compañeros. Las ideas y propuestas para mejorar los veranos de los menores de familias con pocos recursos son variadas. Desde un aumento de las ayudas y las becas hasta la reserva de plazas para ellos. O que se amplíe la oferta en el mes de agosto. Avanzar en esa dirección es una responsabilidad de las administraciones públicas. Como apuntábamos, no son solo unas actuaciones para abordar un problema de tipo económico, o de gestión familiar, sino de igualdad de oportunidades.