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Millonarios anónimos

Archivo - Imagen de la nueva tienda de Druni en Valladolid.

Archivo - Imagen de la nueva tienda de Druni en Valladolid. / EUROPA PRESS - Archivo

Gemma Martínez

Gemma Martínez

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Carlet es un pueblo que conozco bien. Allí, a poco más de 30 kilómetros de Valencia, nacieron mis padres y allí voy cada verano, desde niña, a pasar unos días de desconexión en el campo. Recuerdo una tienda a la que los lugareños íbamos a comprar artículos de limpieza y perfumería en un momento en que los grandes supermercados todavía no habían aterrizado en el casco urbano. Carecía de glamur y de brillibrilli, pero siempre encontrabas lo que necesitabas o lo que tu madre te había encargado.

El comercio, de nombre Druni, debe su origen a un paisano de mis padres, Bernardo Casp Clariana, nacido en 1923. Hijo de tenderos (su madre tenía un bazar al lado de la casa de mis bisabuelos maternos y su padre era transportista), dejó los estudios, hizo la mili y al volver se dedicó a vender productos de limpieza en bicicleta por Carlet y los pueblos de alrededor. Después, en 1947, abrió su primera tienda física.

El éxito de Casp fue inmediato, aunque él siempre se mantuvo en el anonimato, alejado de los focos como tantos otros empresarios destacados en España y sin que apenas existan imágenes públicas suyas.

Druni, que hoy es una cadena de tiendas de perfumería y cosmética y que sigue radicada en Carlet, acaba de fusionarse con la cadena Arenal, propiedad del gigante portugués Sonae. Los Casp, representados por los hijos y los nietos del fundador, tendrán el 50% del capital y la presidencia del grupo resultante de la uníon de las dos empresas, que contará con 470 tiendas y 800 millones de euros en facturación.

La tercera generación de la familia ha dejado atrás el bajo perfil público del patriarca de la saga, fallecido hace 23 años, algo digno de agradecer. Toda sociedad avanzada necesita empresarios transparentes, que generen beneficios, riqueza y crecimiento equitativo para accionistas, empleados, proveedores y comunidades. Obviamente, con su derecho de privacidad garantizado. Pero si no dan la cara será difícil que puedan ser los referentes que las nuevas generaciones necesitan.

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