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Retoques lógicos, futuro incierto

La remodelación del Govern es un gesto necesario ante el 23J, pero insuficiente a medio y largo plazo 

Pere Aragonès anuncia los cambios en el Govern

Anna Simó, Ester Capella y David Mascort. En vídeo, Aragonès anuncia los cambios en el Govern. / Europa Press

En nuestro sistema parlamentario, un presidente de Gobierno tiene la potestad de convocar elecciones y la de nombrar los miembros de su gabinete o renovarlos tantas veces como considere oportuno. Una facultad que vale tanto para el Gobierno español como para los autonómicos. Cualquiera de estas potestades, en función de razones de oportunidad, calendario o cohesión interna, puede utilizarse para hacer frente a un clima adverso, para responder a disensiones internas, por un grave percance en la gestión o tras una derrota en otras elecciones. Si Pedro Sánchez calculó (ya se verá con qué acierto) que convocar elecciones generales era la respuesta más hábil tras dejarse el 28M 400.000 votos y mucho poder local, Pere Aragonès ha remodelado el Govern después de que Esquerra Republicana de Catalunya perdiese 300.000 en las grandes capitales y en el cinturón industrial donde el líder del partido, Oriol Junqueras, había depositado no pocas esperanzas para ensanchar la base electoral del independentismo. En su caso lo ha tenido que hacer para presentarse con «energías renovadas», en palabras del presidente Pere Aragonès, ante una convocatoria electoral que no le ha llegado en el momento más oportuno.  

La renovación del Govern tienen un primer componente. La designación como número dos de la lista de ERC de la ‘consellera’ de Acció Climàtica, Teresa Jordà, para presentar frente a Junts, junto con Gabriel Rufián, un ticket que represente mejor la pluralidad de las diversas sensibilidades y ámbitos territoriales del partido. Pero Aragonès no se ha quedado en ese cambio forzado y ha ejecutado también recambios de algunas de las piezas (no todas) cuya gestión ha contribuido al desgaste electoral o ha dificultado la gestión de gobierno. La sustitución de Josep Gonzàlez-Cambray por Anna Simó, en Educació, viene justificada por la difícilmente reconducible relación con el profesorado del primero y la experiencia de la segunda. En cuanto al relevo de Juli Fernàndez, un ‘conseller’ que solo llevaba ocho meses al frente de Territori, por una ‘exconsellera’ con reconocida experiencia negociadora, Ester Capella, parece una señal de que Aragonès está dispuesto a cumplir los pactos que alcanzó para lograr la aprobación de los presupuestos. Entre ellos algunos por los que Fernández no había demostrado ningún entusiasmo, como la B-40 o la ampliación del aeropuerto. 

Es este un gesto más de la voluntad del presidente de la Generalitat de mantener la estabilidad e incluso de agotar la legislatura hasta febrero de 2025. Sin embargo, no puede soslayar que gobierna con 33 escaños, de los 135 que tiene la cámara catalana. Un clima preelectoral probablemente no ofrece el ambiente propicio para plantearse un Ejecutivo con mayores apoyos. Pero esa necesidad seguirá existiendo, máxime si pretende evitar una convocatoria electoral anticipada, en el próximo otoño incluso, y cuando él mismo ha reiterado que la defensa de los intereses de Catalunya puede resultar mucho más incierta tras las próximas elecciones generales. Los resultados electorales del pasado 28 de mayo, los que pueda recoger en próximo 23 de julio y la necesidad de reformular, adaptar, aclarar o explicar más claramente su proyecto, frente a la renovada competencia electoral de Junts, plantean demasiadas incógnitas a medio y largo plazo que de momento aún no han tenido respuesta.