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Día de la Victoria en Rusia

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Sin novedad hasta que se mueva el frente

El desenlace debe ser negociado, pero es inimaginable antes de saber el resultado del siguiente embate

Preparativos Día de la Victoria

Preparativos Día de la Victoria / MAXIM SHEMETOV / REUTERS

El Día de la Victoria se conmemorará este martes en Rusia en un ambiente en el que las imágenes de exhibicionismo militar en la plaza Roja de Moscú y el nacionalismo exaltado que busca conexiones entre la lucha contra los nazis y la guerra de Ucrania competirán por ocultar otras mucho menos triunfales. Como la interceptación de dos drones sobre el Kremlin y las incertidumbres de una crisis estancada en el campo de batalla, con los combates casa por casa en Bajmut tan parecidos a otros dramáticos episodios que, como el de Stalingrado, ocupan un espacio importante en la memoria rusa. Sin olvidar momentos desconcertantes como las exigencias de munición de los mercenarios de Wagner, al parecer atendida o el hostigamiento por un caza ruso en el cielo del mar Negro de un avión polaco del dispositivo Frontex y, sobre todo, la espera de la contraofensiva ucraniana, una especie de día D que marcará el desarrollo futuro de la guerra. Sea cual sea, su resultado marcará las condiciones de salida de cualquier escenario de negociación.

La evolución del conflicto queda muy lejos de las previsiones iniciales de Vladímir Putin. Ni la tensión entre el irascible Yevgueni Prigozhin, propietario de Wagner, y el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, permite deducir tensiones internas en el entorno de Putin ni el estancamiento de los frentes da pie a ir más allá de una tendencia de la guerra a convertirse en un conflicto crónico. Es obvio que la decisión de Moscú de contratar soldados de fortuna para desatascar la suerte de la batalla ante la limitada efectividad de las movilizaciones de reservistas ha tenido una repercusión limitada y que es improbable que una organización de mercenarios se imponga a los generales rusos. Y es igualmente obvio que mientras no cambien los recursos empeñados en la guerra, apenas cambiará la naturaleza de la batalla en el este de Ucrania, incluso si se repiten acciones esporádicas en suelo ruso.

La contraofensiva ucraniana

Sí puede decidir el rumbo venidero de la crisis la esperada contraofensiva ucraniana, en la que participarán con toda seguridad los tanques servidos a Volodímir Zelenski por los socios de la OTAN. Si de tal contraofensiva se deduce un retroceso significativo del Ejército ruso, mayor incluso del habido el pasado otoño, es posible que Putin considere un final negociado del conflicto a través de potencia interpuesta -China, la mejor situada-; si fracasa o se estanca la contraofensiva, cabe que sea el Gobierno ucraniano el que se pliegue al logro de un alto el fuego y a conversaciones como mal menor. En el caso de que ninguna de estas dos opciones se concrete, el alargamiento de la guerra 'sine die' no permite pronosticar otra cosa que una mayor devastación en Ucrania y una erosión más extrema de la relación de Estados Unidos, de un lado, con China y Rusia. Por no hablar de una renovada repercusión de la guerra en la economía global.

Todos los esfuerzos serán pocos para lograr la búsqueda del final de la guerra en el terreno del realismo, de la seguridad en Europa y de la coexistencia pacífica entre las superpotencias. Porque resignarse al desenlace de la guerra a través de la victoria en el teatro de operaciones, como tantas voces defienden a ambos lados de la divisoria, hará imposible que callen las armas.