Barcelona verde y gentrificada
El experimento Colau ha demostrado que la propuesta de la izquierda para las grandes ciudades de España es una utopía y además una contradicción en términos: lo verde y paseable encarece y gentrifica
Juan Soto Ivars
Escritor y periodista
Al final, ahora podemos admitirlo, votamos un experimento. Lo sabíamos desde el principio quienes echamos la papeleta de Ada Colau (y me incluyo). Una mujer licenciada en filosofía, salida de la plataforma antidesahucios, ajena al politiqueo, ¿por qué no? La Barcelona torre de marfil, la Barcelona 'divine', la Barcelona olímpica y comercial y convergente y PSC necesitaba un cambio de aires, algo nuevo, probar. ¿Por qué no probar? Los precios de la vivienda, la gentrificación, las riadas turísticas vertidas desde cruceros y las Ramblas como largo vomitorio exigían una respuesta novedosa; y el electorado barcelonés, pragmático, la dio. Ada Colau ha sido alcaldesa dos veces.
Su proyecto: una ciudad menos polucionada, más respirable, más paseable, y una ciudad más hogareña, más vivible, más asequible. ¿Miento si digo que fueron las dos vetas de la mina electoral? Fueron, al menos, las dos razones por las que yo la voté. Sus credenciales como activista del piso y sus principios de mujer de huerto urbano justificaron dos veces mi suelta de la papeleta en la urna. Contribuí, por tanto, a convertir Barcelona en un laboratorio. Y ahora tenemos en la mano los resultados de nuestro experimento.
Y yo no la puedo volver a votar.
Dejando a un lado la criminalidad, el experimento Colau ha demostrado que la propuesta de la izquierda para las grandes ciudades de España es una utopía y además una contradicción en términos: lo verde y paseable encarece y gentrifica. Esta debiera ser la enseñanza, al menos, si estuviéramos en la democracia con la sana intención de aprender, es decir, con una intención distinta a ganar por ganar y tener razón. La calle de Consell de Cent, peatonalizada, sembrada de 'superilles', ha duplicado los precios de sus pisos. A los turísticos, pese al intento, nadie les pone coto. Los vecinos se marchan. Quitas coches, pones árboles, haces bonito un tramo y ¿qué tienes? Otra milla de lujo.
Barcelona en estos ocho años expulsa con vehemencia a más vecinos hacia la periferia. Buscar casa de alquiler es una tortura, imposible, y todos los intentos del ayuntamiento por poner freno al crecimiento irascible de los precios se han ido al traste: más todavía en las zonas que soportaron más intervención municipal. En las más verdes. De modo que el experimento Colau ya tiene saldo: una ciudad más cuqui, más lujosa, más cara, más desigual. Nos queda entonces el aprendizaje, y hay que elegir. ¿Tomarán otros nota del fracaso de este experimento? Más les vale hacerlo.
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