'Stop' al decrecimiento
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Mireia Boya / JORDI COTRINA
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Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Las declaraciones de Mireia Boya, directora de Canvi Climàtic del gobierno Aragonès y exdiputada de la CUP, sobre la necesidad de asumir que algunas playas del litoral catalán se harán pequeñas y desaparecerán porque es insostenible seguir aportando arena artificialmente, son una bomba de relojería y una muestra de los límites en la lucha contra el cambio climático. Las palabras de Boya no son más que la traslación a un caso concreto de la teoría del decrecimiento que trata de provocar, bajo el manto del ecologismo, la desaparición del actual sistema económico. Esta teoría, procedente de ese magma en el que se mezcla el activismo con la academia, es una propuesta intelectual que algunos podrían encontrar sugerente, pero que de ninguna manera está madura como para orientar la política concreta de una administración pública. Colau intentó aplicarla en el campo de turismo en Barcelona y la pandemia le proporcionó, sin quererlo, la experiencia de lo que podría acarrear no solo para los empresarios, sino muy especialmente para los trabajadores. Decrecer no sirve para redistribuir sino para empobrecer, a los empresarios pero también a los trabajadores, porque pone en peligro tanto los puestos de trabajo como los impuestos para pagar rentas universales.
El 'president' Aragonès debería aclarar si la política de su Gobierno es la que propone Boya o la del 'conseller' de Indústria, Roger Torrent, al que le gusta presumir de atraer todo tipo de inversiones, también las turísticas, que lo tendrán muy complicado si se quedan sin playas. Otra cosa es que la conciencia medioambiental, afortunadamente, ha crecido exponencialmente y si algunos hoteleros clásicos leyeran el manual de 'compliance' de sostenibilidad de muchas compañías multinacionales llegarían a decir que se trata del programa electoral de Colau o de la CUP. Con todo, lo más dramático es que algunos rasputines utilizan a los bienintencionados ecologistas para paralizar algunos proyectos hasta que llega la mordida al partido o se los adjudican sus parientes más cercanos. Decrecer es un mal negocio. La alternativa es crecer de manera sostenible sin volver a las playas salvajes.
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