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PSOE y PP: unidos por un día

Es curioso y significativo el pacto entre los dos grandes partidos que se diabolizan mutuamente. Y más en vísperas electorales

(I-D) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera y ministra Nadia Calviño y el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, durante una sesión plenaria en el Congreso.

(I-D) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera y ministra Nadia Calviño y el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, durante una sesión plenaria en el Congreso. / Eduardo Parra - Europa Press

Joan Tapia

Joan Tapia

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El jueves sucedió en el Congreso algo insólito, más en vísperas de las elecciones del 28 de mayo. El PSOE y el PP, eternos enemigos durante toda la legislatura, unieron sus votos para reformar la ley de libertad sexual que fue aprobada por el Congreso hace menos de un año y vendida y jaleada como histórica y emblemática de la coalición de izquierdas. 

El jueves fue una enmienda casi total a ese relato. El PSOE y el PP se unieron al PNV, Cs, el PDECat y otros hasta alcanzar los 233 diputados y derrotar a un frente de izquierdas formado por Podemos (el socio de Sánchez) y a ERC y Bildu, los principales aliados del Gobierno, que reunieron 59 votos. Junts, los de Puigdemont contrarios a la “rendición” de ERC al PSOE, se abstuvieron. Curioso. Y Vox no votó para marcar su total oposición a una ley progresista y su distancia con el PP al que, desde la moción Tamames, vuelve a tildar de “derechita cobarde”.

¿Qué ha pasado? ¿Se ha impuesto un pacto de centro contra los partidos más radicales? Sí, pero solo por un día. El PSOE y el PP votaron juntos, pero mientras los populares estaban exultantes de haber salvado al Gobierno enemigo, los del PSOE estaban más tristes. Habían ganado, pero el relato de la legislatura saltaba por los aires. Pero era solo una excepción y para que constara Sánchez se fue a Doñana a criticar una ley de la Junta de Andalucía y subrayar la escasa conciencia de la derecha (PP y Vox unidos) ante el cambio climático. Además, las cariacontecidas Montero y Belarra no piensan salir del Gobierno y fuentes oficialistas aseguran que la coalición continuará y que Sánchez tampoco quiere prescindir de Podemos. O sea que el pacto del PSOE y el PP sería solo flor de un día

Sánchez ha tenido que rectificar y acordar con Feijóo la reforma de la ley de libertad sexual ante la radical negativa de Podemos a admitir el gran fallo de la norma: 1.000 delincuentes sexuales han visto reducida su condena

Las dos cosas son verdad, pero subyace una realidad. El Gobierno aprobó la ley pese al recelo de algunos de sus ministros y la vicepresidenta Carmen Calvo y el entonces ministro de Justicia (hoy magistrado del Constitucional) pagaron que Sánchez priorizara la luz verde a Irene Montero (a no excitar a Iglesias) a la improvisación jurídica envuelta en el celofán del feminismo y el progresismo universales. Pero poco después de su entrada en vigor (octubre) se vio que la ley tenía más agujeros que el queso emmental. Sánchez se resistió a aceptarlo (Podemos traga la OTAN y el cambio con Marruecos), pero la realidad es inapelable. A día de hoy, 1.000 condenas rebajadas y 100 excarcelaciones a delincuentes sexuales. Un gran descrédito ante la opinión y aunque Podemos se negaba a reformar la ley -por aquello que Manuela Carmena definió como “soberbia infantil”- había que hacerlo. Sánchez debía rectificar si no quería quedar abrasado.

Y quizás el PP de Feijóo, que perdió gran parte de su imagen moderada al negarse de forma tajante a pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, ha creído que haciendo rectificar al PSOE -y salvándole de una derrota espectacular- subiría su credibilidad centrista y un talante alejado de Abascal. Bien en un momento electoral. Sánchez y Feijóo han decidido echar algo de agua a la extrema bipolarización de la legislatura para acercarse a los electores moderados. Y a los indecisos. Ambos esenciales para los grandes partidos.

La votación del jueves da claves que se repetirán porque en ningún país europeo puede haber un divorcio absoluto entre conservadores y socialistas. Bruselas funciona porque es una rara fórmula de gran coalición. 

Pero ahora la prioridad es el 28M. Feijóo quiere quedar bien y que Isabel Díaz Ayuso no aplaste en Madrid. Y Sánchez está en lo de engullir a Podemos (Iglesias) en Sumar (Yolanda). No será fácil, pero una 'muy oportuna' encuesta del CIS dice que, si van desunidos, Podemos se hunde. Y la ventaja (en el CIS) de la izquierda sobre la derecha sube en un mes de 5 a 10 puntos. No es lo que dice la gran mayoría de las otras encuestas, pero Sánchez pedalea como si lo creyera. Le gusta dar todas las batallas y ganarlas. Y después de Xi Jinping verá a Biden el 12 de mayo. Feijóo calcula y piensa en Ximo Puig. ¿Puede Sánchez ganar en diciembre sin Andalucía, Madrid y Valencia, tres de la cuatro comunidades más pobladas? 

Las respuestas al duelo Sánchez-Feijóo, y al de Díaz-Iglesias, estarán más claras tras el 28M.