Abrir Europa
Nuestro continente envejecido no podrá sostener sus pensiones, el sistema de salud o de educación si no conseguimos que entren varios millones de personas cada año
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Lo peor del futuro no es que sea incierto, lo peor es avanzar por la senda equivocada. Eso es lo que sucede en las fronteras agónicas que separan Europa de la inmigración. Ursula Von Leyden acaba de remitir la semana pasada una carta a todos los países miembros para reforzar los controles y retornar a los inmigrantes en situación ilegal. Parece que sobran, que han venido a delinquir, a robar puestos de trabajo o a cambiar nuestros hábitos y cultura. Tensionan la política y dan argumentos a los partidos ultranacionalistas que no solo están en contra de que entren, si fuera por ellos también acabarían dejando la UE en poco más que un club de países cerrados, recuperando las fronteras intermedias entre ellos.
¿Tan mala es la inmigración? Es paradójico que pensemos que el futuro de Europa puede construirse sin ella. La realidad es que nuestro continente envejecido no podrá sostener sus pensiones, el sistema de salud o de educación si no conseguimos que en la parte de la pirámide de población que va de los 16 a los 35 años entren varios millones de personas cada año, al menos durante las próximas dos décadas.
La única salida consiste en abrir Europa, en vez de cerrarla. La consultora internacional McKinsey establecía en un estudio de 2016 que, desde el inicio de siglo entre el 40% y el 80% del crecimiento de empleo en los países de economías más avanzadas está directa o indirectamente relacionado a la inmigración. No vienen a repartirse una tarta sino a hacerla mas grande, abriendo nuevas posibilidades al conjunto de trabajadores en sectores de mayor valor añadido. Por eso sorprende que los líderes europeos insistan en el error de seguir pensando que el reto de Europa con la inmigración consiste en cerrar las fronteras y reprimir a los que están ilegales -ya que no existe otra manera de entrar en la UE-, en vez de reconocer que les necesitamos más que nunca y que el reto urgente de Europa con la inmigración consiste en crear una política común de entrada. Es decir, abrir las fronteras de manera ordenada.
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