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El exhibicionismo de Shakira y Piqué

Albert Sáez

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En los albores de las redes sociales, Shakira y Piqué presentaron a Milan, su primer hijo, colgando una foto en Facebook. No lo hicieron ni en una revista del corazón ni en un diario deportivo, sus espacios de comunicación hasta entonces con los seguidores. Años después, Piqué explicó en una entrevista y remató en una llamada telefónica grabada ilegalmente que su propósito era prescindir de los periodistas y los medios y robarles el negocio. Shakira lo ha vuelto a hacer. Su versión de la separación con Piqué, sus impresiones y sus sentimientos no los explicó en el ¡Hola! sino en su última canción. A media tarde del día del lanzamiento había recaudado más de 20 millones de euros gracias a las descargas. Mucho más de lo que ha podido cobrar Isabel Preysler por distribuir sus confidencias sobre la separación de Mario Vargas Llosa a través de un medio convencional. Lo cierto es que este jueves era muy difícil tener una interacción social, real o virtual, en la que no apareciera un comentario sobre la letra de la canción.

Ni en el momento de colgar en la red aquella primera foto ni en el momento de colgar esta cancón, Piqué y Shakira parecen haber pensado en los derechos de sus hijos que tienen la obligación de proteger como padres. No son los únicos que tienen un umbral de exhibicionismo muy distinto del que tenían sus padres o sus abuelos. La 'extimidad' es tendencia en la generación de Piqué y Shakira y la ejercen con mucha más naturalidad y mejores rendimientos económicos de lo que pudieron hacer las 'celebrities' de generaciones anteriores. La cuestión aquí es si este exhibicionismo es causa o consecuencia del apogeo de las redes sociales. Si esos millones de seguidores de Shakira hubieran tenido que comprar un disco, hubieran tardado mucho más tiempo y pagado mucho más dinero. Este jueves, por unos céntimos y de manera instantánea, pudieron saber cómo se sentía su cantante favorita o pudieron saborear el odio que desprende hacia el jugador de un equipo rival. Pero Shakira también debería haber pasado el filtro de una discográfica para convertir su separación en un superventas musical. Pero el impulso de todo es que Shakira y Piqué no se sonrojan por airear su intimidad, ora en Facebook, ora en Spotify. Y en consecuencia, el problema no son las redes sino sus valores personales, que son los mismos de los que pagaron por oír esos exabruptos.

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