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Hablemos de Montjuïc

MULTIMEDIA: Descubre de forma visual los grandes retos de Montjuïc

Cómo lograr una mayor integración de la montaña en el imaginario y los hábitos de los vecinos de toda Barcelona debería ser otro tema de debate más en las próximas elecciones

Vista de la montaña de Montjuïc, con la estatua de Colón a la derecha, en Barcelona.

Vista de la montaña de Montjuïc, con la estatua de Colón a la derecha, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Faltan ya solo cinco meses para las elecciones municipales. Una larga campaña preelectoral marcada por las filias y fobias que suscitan los candidatos (el factor personal tiene un peso especial llegado el momento de elegir alcalde), pero cada vez menos condicionada por las lógicas frentistas del ‘procés’ y más definida por la confrontación de modelos e ideas para la ciudad. En el caso de Barcelona, con una agenda de temas de debate más que fijada desde hace ya tiempo, especialmente aquellos capaces de suscitar alineaciones claras y respuestas emocionales o afectar a necesidades imperiosas: la tensión de usos del espacio público entre peatones, transporte público y transporte privado, el acceso a la vivienda, la seguridad, el papel del turismo, las exigencias de adaptar la ciudad ante la crisis ambiental y contribuir desde ella a combatirla...

Pero es necesario y enriquecedor aportar más elementos a ese gran debate colectivo que debe ser cada convocatoria a las urnas. Desde llamar la atención sobre cuestiones que corren el riesgo de escurrirse del debate político porque afectan a colectivos sin suficiente impacto electoral -las diversas facetas de la exclusión más severa, los derechos de la infancia y adolescencia, la integración de los vecinos llegados de otras tierras- o porque se han quedado arrinconados, por desinterés, ignorancia o simple rutina ante la reiteración de fracasos. EL PERIÓDICO ha dedicado esta semana a poner sobre la mesa uno de esos temas, en este caso el futuro de la montaña de Montjuïc, sobre los que deberían debatir, proponer y comprometerse los aspirantes a marcar el rumbo de la ciudad durante los próximos años; los candidatos pero también vecinos y las más diversas entidades de la ciudad.

Montjuïc tuvo durante siglos usos rurales, militares, fue cantera para la construcción de Barcelona, lugar de ocio y escenario de represión. Pero hasta 1929 no se intentó convertirla en ciudad, en forma de parque tan natural como cultural. Volvió a intentarlo el porciolismo tras haber convertido la montaña en una auténtica favela, con barracas y vertederos, y lo hicieron de nuevo los ayuntamientos democráticos con la gran transformación de los Juegos de 1992. Pero algo ha fallado en cada uno de estos casos: Barcelona sigue sin explotar las potencialidades de un espacio con una combinación de ofertas increíblemente diversa -deporte, cultura, naturaleza, educación, patrimonio, paisaje-. Y la modificación del Plan General Metropolitano que trató de poner orden en la montaña en 2014 y el plan actuación del parque de Montjuïc 2019-2029 no han supuesto (aún) la herramienta de transformación que deberían haber sido. Es más, haber planteado como un proceso participativo con los vecinos del entorno la definición de un espacio que debe ser abierto a toda la ciudad ha provocado contradicciones de difícil solución, como que uno de los ejes marcados en ese plan sea justo la reducción de eventos masivos.

Un déficit eterno, la falta de un transporte público que facilite el acceso a todos esos activos, es solo una parte de los problemas aún sin solución. Se han acumulado en los últimos años, sin respuesta suficiente, problemas de mantenimiento e incluso seguridad en muchos rincones. Algunos proyectos de transformación en las laderas de la montaña que deberían tener un papel clave (la reconversión en vivienda, equipamientos y servicios culturales de parte de los espacios de la Fira, una solución para el agujero negro que supone el área del Morrot) no avanzan y espacios patrimoniales como el MNAC, la Fundació Miró o el castillo aún no han sido integrados en las rutinas de los vecinos como lo han sido de los turistas. Son más de 300 hectáreas, un parque central entero, que esperan ideas e iniciativas para ser lo que los pioneros de 1929 imaginaron pronto hará ya un siglo.