Niños adultos
Las grandes compañías están lanzando juguetes no para los más pequeños, sino para sus talludos padres y madres
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Dicen que los seres humanos no cambiamos, solo envejecemos. Ocurre, sin embargo, que ahora nadie quiere hacerse mayor. Ser mayor no mola. La adolescencia dura hasta los 25. La madurez, hasta los 70. Los 50 de hoy, nos dicen, son los 40 de hace un cuarto de siglo. Hay un género literario al que han bautizado como 'New Adulty' que busca interpelar a lectores de hasta 35. La palabra madurez no goza de prestigio. Algunos la toman por un insulto. Cada vez que le digo a alguien que me considero una mujer madura, salta alguien que me corrige: «Pero si aún eres joven». Por todas partes abundan esos latosos vestigios de eterna juventud. En algunos casos, de infancia eterna. No es que quiera ser vieja, entiéndanme. Es que me niego a considerarme una jovencita sin fecha de caducidad. Primero, porque no lo soy y segundo porque cuando lo fui no lo disfruté tanto. Todo lo contrario: no me cambiaría por la de 25 ni en mis peores momentos. Y creo que no soy la única.
Lo último de lo último en esta escalada absurda son los juguetes para adultos. No piensen en una 'sex shop' o en creativas prácticas sexuales. Tómenme en sentido literal. Las grandes compañías están lanzando juguetes no para los niños, sino para sus talludos padres y madres. Una de las pioneras es Lego, quien ya dispone en sus tiendas de una sección para esos nuevos compradores. Los llama 'Kidults' (el resultado de unir las palabras “Kid”, niño, y “Adult”, en inglés). No es una tontería: en España se trata del sector más numeroso de la población. Duplican a los menores de 18. Son gente activa, que puede (y quiere) darse un capricho y que es libre de pasarse la tarde de los domingos montando pieza a pieza una maqueta del Halcón Milenario.
La misma maqueta que hace unos años le regalaron a su hijo pero que montaron ellos, para luego colocarla en la estantería y no permitirle al retoño que la mirara a menos de cinco metros. La industria por fin ha acudido, solícita, en auxilio de esos pobres padres. Ya no necesitan disimular. Los niños adultos pueden salir del armario.
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