Gentrificación

Áreas verdes: cuidado con lo que deseas

Los vecinos han de estar más que nunca en el centro del proyecto de las 'superillas' o los riesgos de desigualdad se agudizarán

Domingo en la Clariana de Glòries

Domingo en la Clariana de Glòries / ÀNGEL GARCÍA

Carol Álvarez

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La ola verde ya lame el barrio, y los vecinos comentan excitados los plazos y detalles que van apareciendo sobre el proyecto que pacificará algunas calles, que retirará los vehículos de la calzada, que traerá zonas ajardinadas, bancos y algún espacio para perros y juegos. Se acabó el cemento del pavimento roto por las raíces más antiguas de árboles que han visto de todo.

Son varios los proyectos que prevén extender en forma de 'superillas' o vías verdes un modelo de ciudad más lento, más limpio, más amable. Que sea más sostenible, con toda la carga de profundidad que lleva implícita la palabra, ya será otra cosa a ver y sobre todo a luchar. Al margen de si los planes que acomete Barcelona, como otras ciudades embarcadas en la batalla verde, pueden sobrevivir a los cambios de mandato y a los baches que trae la globalización económica, el lado oscuro de la 'verdificación' de los barrios ya ha enseñado su cara aquí y allá con un encarecimiento de los alquileres de locales y pisos. Los problemas colaterales de contaminación también afloran.

Expulsados del barrio

En efecto, proyectos similares ya arrancados en Estados Unidos y otros países de Europa han alimentado el fenómeno de la gentrificación verde, esto es, la mejora de las condiciones de vida de un barrio la mejora de las condiciones de vida de un barrio empeora las condiciones de una parte de sus habitantes: vuelven el barrio más atractivo, atraen a rentas más altas, y la ley de oferta y demanda acaba expulsando a aquellos que no tuvieron un piso en propiedad o a sus hijos, que deben renunciar a seguir en el barrio donde crecieron en cuanto intentan acceder a una primera vivienda cerca de su familia.

El 'boom' inmobiliario ya causó estragos, sin haber nada verde por en medio, con la Barcelona Olímpica que esponjó barrios, oxigenó la ciudad, renovó sus espacios. La ciudad mejoró, pero ¿cuántos hijos de aquella época tuvieron que dejar sus barrios para ir a otros más asequibles, cuántos tuvieron que explorar el área metropolitana, cuántos se fueron aún más lejos a la fuerza?. 

La Barcelona verde debe ser también sostenible para sus vecinos, y el mismo brillo especulador en los ojos de aquel que ve un negocio en un piso heredado en los barrios que ahora planean más áreas verdes es el reverso tenebrosos de la mirada asustada de quienes temen que les suban el alquiler más, de los tenderos que no pueden competir para mantener su negocio en una área de repente en expansión. 

El error de Manhattan

Si ponemos la mirada en otras ciudades del mundo que lidian con estas paradojas con distinta suerte, podemos ver, por ejemplo, cómo Washington está intentando corregir los errores que cometió Nueva York con un proyecto casi idéntico para llevar el verde a sus barrios: Manhattan abrió una isla verde literal, conocida como la High Line de Nueva York, a partir de la transformación de un puente en un enorme parque, pero el éxito de afluencia de visitantes dañó la vida de sus vecinos más pobres al encarecerlo todo y empujarlos a buscar otros lugares más asequibles donde vivir. Washington prepara algo similar, pero esta vez conversa desde el principio con la comunidad local, prevé ayudas para preservar viviendas sociales, priorizará los negocios de la zona en los nuevos espacios. Saldrá mejor, seguro, que el experimento del High Lane de Nueva York, pero ¿será suficiente para conservar el tejido vecinal y comercial afectado, o es irreversible el éxodo de los más vulnerables ante un proyecto así?

Pulmones verdes a 15 minutos, espacios que igualen de verdad las condiciones ambientales de vida en los distintos puntos de una urbe, un despliegue coordinado y simultáneo de planes de similar ambición en toda la ciudad, sí que parecen proyectos sostenibles. O el proyecto se despliega en su integridad, en todos los barrios, o los riesgos de desigualdad se agudizarán. Hemos de impedir que la ola verde llegue en forma de tsunami destructor.

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