El jardín de Borrell
La apuesta no sería fortificarnos para impedir la entrada de intrusos. Lo más inteligente sería esforzarse en cambiar el paisaje de la jungla
Carles Francino
Periodista
Las metáforas las carga el diablo. No sé si estuvo muy acertado Josep Borrell con lo del jardín y la jungla. Eso que dijo de que Europa sería el jardín, el resto del mundo la jungla, y que el jardinero tenía que espabilar para que no le arruinasen su trabajo. Si le ha llovido una somanta de palos -es verdad que algunos interesados y poco creíbles-será que seguramente no eligió bien. Pero yo estoy dispuesto a subirme a su tren si prescindimos de los supuestos efluvios neocolonialistas que algunos han creído advertir en ese discurso y lo convertimos en una reivindicación de las democracias europeas. Incluida la nuestra, claro. Con todas sus imperfecciones, el modelo político, económico, de convivencia y de derechos de este club al que pertenecemos desde hace casi 40 años, me sigue pareciendo, no sé si el mejor del mundo, pero sí algo por lo que merece la pena pelear.
No es casualidad que los ataques, por tierra, mar y aire, provengan de regímenes autocráticos, teocráticos o directamente dictatoriales. Y también de los caballos de Troya que se nos han ido colando en los últimos años. Se podría inferir de las palabras de Borrell un desprecio soterrado a las antiguas colonias africanas, asiáticas o latinoamericanas, cuando los países que hoy forman la Unión Europea, entre ellos España, se engrandecieron a base de explotarlas; y esa es una verdad histórica, no hay nada que objetar. Pero creo, sinceramente, que los tiros iban por otro lado. Las grandes amenazas de nuestro jardín -y creo que ahí apuntaba Borrell- son los Trump, Putin, Bolsonaro, Xi Jinping, Orbán, Meloni, Abascal… Y esa marea reaccionaria que trata de imponer su agenda neoliberal, xenófoba, homófoba y ultracatólica a base de bulos y manoseando hasta la náusea el concepto de libertad. Uno de los peores favores que podríamos hacernos es comprar su discurso de miedo y de odio. Así que la apuesta no sería fortificarnos para impedir la entrada de intrusos. Lo más inteligente sería esforzarse en cambiar el paisaje de la jungla. Y eso también lo dijo Borrell. Aunque se metiera en un jardín.
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