En singular y desigual combate
Ambos coinciden en el diagnóstico de las dificultades pero Sánchez gana porque vende ayudas, reindustrialización, optimismo al final del túnel. Feijóo augura la catástrofe
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Como en las justas de la edad media, con armadura, al galope y lanza en ristre. Así batallan Sánchez y Feijóo, con la intención de descabalgar al contrincante. La lucha ya no va de milicias, partidos, facciones. Es un cuerpo a cuerpo. Todo para el que gane, el oprobio del polvo para el que ruede por el suelo. En poco tiempo, dos debates en el Senado entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, con los espacios bien definidos, uno a cada lado de la línea que separa a ricos y pobres. Para comprobar la importancia del combate retrocedemos casi 30 años. ¿Recuerdan los debates entre Felipe González y José María Aznar, antes de las elecciones del 93? Felipe lo tenía ya todo perdido, pero al final del segundo y último cara a cara, el presidente acusó al aspirante, cuando ya no tenía tiempo para reaccionar, de querer rebajar las pensiones. Pronósticos cambiados, cuarta legislatura para el gran timonel del socialismo español. Pues bien, los enfrentamientos dialécticos entre sus sucesores al frente de los dos grandes partidos se perfilan según el modelo estrenado entonces, con la gran diferencia de que si en aquella ocasión el socialista fulminó al popular con una lanzada definitiva, Pedro Sánchez sigue el mismo patrón pero a cámara lenta, muy lenta. Hay para más de un año, pero ya sabemos de qué va y de qué irá de aquí a las elecciones de principios del 2024: el defensor de los pobres y quienes lo pasan mal es socialista y se llama Sánchez; el de los ricos y privilegiados, Feijóo.
El popular asumió más de una vez el papel asignado por los estrategas de La Moncloa. El gobierno de izquierdas gasta demasiado, la deuda sube al billón y medio, las ayudas a diestro y siniestro no hacen más que aumentarla, y más aún con las trampas de las previsiones de ingresos. Salario mínimo, pensiones arriba, reforma laboral... La ruina. Ambos coinciden en el diagnóstico de las dificultades pero Sánchez gana porque vende ayudas, reindustrialización, optimismo al final del túnel. Feijóo augura la catástrofe. Ante la magnitud de las múltiples crisis, de los precios y la escasez de la energía, de la inflación, de la guerra que aún puede empeorar las cosas, las otras dos cuestiones, el Poder Judicial y los pactos con los independentistas pierden mordiente. Las culpas de la carencia de acuerdo sobre la judicatura se adjudican según las preferencias de cada cual. Sea como fuere, es cierta, y justificada, la impresión general de que el peligro de secesión se aleja. Queda el tema primordial, el de las dificultades de millones de familias que tienen por delante unos meses por convencerse de que Sánchez les sale más a cuenta que Feijóo.
Pese a la recuperación de Sánchez, la batalla del 24 no está decidida ni de lejos. Quizás tampoco depende tanto de los dos combatientes sino de la evolución real de la guerra y la crisis global. Si sobreviene la catástrofe, si llega antes de tiempo, es decir antes de las elecciones, el voto de protesta puede dar la victoria a Feijóo. Si vamos pasando la maroma sin caer de bruces, Sánchez no lo tendrá tan mal. Tal vez nada mal.
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