¿Qué nos da miedo?
El festival de Sitges es, para un espectador atento, un buen lugar para tomar el pulso a lo que somos, que nada define mejor que lo que nos aterroriza
Es una pregunta seria. Me refiero al título de esta columna. Piénsenlo. Hagan una lista de cinco cosas que les den un miedo irracional. Quiero decir, que no son válidas respuestas como «la próxima subida del Euribor» o «el recibo de la luz». Me refiero a los miedos atávicos, los que tienen que ver con la amígdala, que es la parte más antigua y menos racional de nuestro cerebro, y también con nuestro instinto de supervivencia.
Hace unos años un estudio demostró que uno de los objetos cotidianos que más terror provoca en las personas es la tele apagada. Más específicamente, lo que se refleja en la pantalla oscura de la tele apagada. Ese espejo negro (no es casual que haya una serie que se titule, precisamente así, 'Black Mirror') nos da pie a imaginar todo tipo de cosas. También le tememos a la oscuridad, a los payasos, a los ruidos inesperados, a las cosas que corren por el suelo, a las risas demasiado estentóreas y —atención— a nuestro propio reflejo en el espejo. Todo muy primitivo. Y todo exprimido hasta la saciedad por el cine de terror, que es interesante por muchas razones, la principal, porque apela a lo que no sabemos disimular.
Esta semana se ha inaugurado el Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges. Podría enumerar un montón de razones por las que asisto al festival, pero me quedaré solo con dos: Sitges es el único lugar de todos los que conozco donde la gente aplaude, silba y celebra con gran algarabía lo más macabro o sangriento. No me digan, que, tal y como está el mundo, no es de agradecer semejante válvula de escape.
La segunda es porque Sitges es, para un espectador atento, un buen lugar para tomar el pulso a lo que somos, que nada define mejor que lo que nos aterroriza. No es casual que en las últimas ediciones hayan proliferado películas de terror centradas en las relaciones de género, la maternidad, nuestra relación con las máquinas, con la comida, con el planeta y, por supuesto, con nuestra propia imagen. Sitges es muchas cosas magníficas. Pero también es nuestro reflejo, fiel y terrible, en el espejo.
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