Las heroínas no pueden ser invisibles
El colmo del machista es invisibilizar a la mujer cuando deja de verla como objeto
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Dijimos que este 2022 sería 8-M todo el año. Y cada mes hemos cumplido la cita bajo la batuta de nuestra directora adjunta, Gemma Martínez. Acabamos septiembre con un brutal reportaje, también multimedia, de Núria Marrón sobre las nuevas formas de la vejez femenina. Una generación que ha roto muchos moldes y ahora rompe el de la invisibilidad de las mujeres mayores. El colmo del machismo es, no solo cortar las alas de las mujeres en su infancia, juventud y madurez, sino hacerlas invisibles cuando ya no pueden responder a los estándares de los que las miran como objetos. Las mismas que no se casaron con el novio que había elegido su padre, que no se quedaron en casa con la pata quebrada a pesar de que no las dejaron estudiar, que doblaron jornadas para seguir siendo las madres que la sociedad esperaba que fuesen, que animaron a sus hijas a ir a la universidad, que pidieron que su salario fuera el mismo que los hombres. Esas mujeres viven con plenitud sus años dorados.
Esta generación está en las antípodas del narcisismo de sus nietos y nietas. Nunca miraron por ellas, nunca se regodearon en todo lo que tenían en contra, nunca dieron un paso atrás por comodidad. Siempre soñaron con que el futuro podía ser mejor. Y lo hicieron mejor. Lo han hecho mejor. Lo viven mejor. Se lo merecen. Y merecen también nuestro agradecimiento y nuestro reconocimiento.
El feminismo ha nacido para dejar de existir. No será necesario cuando se imponga eso que ahora han dado en llamar la nueva masculinidad. O sea, la normalidad de entender que cocinar, limpiar, comprar, lavar... son necesidades de todo ser humano y que todo ser humano debe resolver sin esperar a que sean los del otro sexo los que se lo solucionen. Son algo más que detalles, son algo más que «ayudar», son algo más que exhibirse en el supermercado. El 8-M tiene que dejar de existir porque deje de ser necesario. Este propósito conjuga dos de nuestras P: la de personas y la de progreso. Por eso no faltamos a la cita cada día, para estar atentos a todo aquello que convierte la igualdad de género en mero postureo. Y denunciarlo. Esas pioneras que retratamos el viernes se lo merecen porque ellas hicieron mucho más.
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