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De la inflación a la recesión: un cambio de modelo

La reacción ante la inflación pasa por reconducir la demanda, haciéndola bajar para que se equilibre con la oferta y los precios vuelvan a su lugar. Mientras hacemos este camino cerrarán empresas, perderemos puestos de trabajo e irán creciendo las políticas de ayuda a la gente que no puede, con cestas de supervivencia

9/5/2021, 02:00:00 CARREFOUR Archivo - Consumidor en Carrefour 19-05-2021 Consumidor en Carrefour ECONOMIA ESPAÑA EUROPA COMUNIDAD VALENCIANA CARREFOUR  HIPERMERCADOS CARREFOUR  València [Municipio]

9/5/2021, 02:00:00 CARREFOUR Archivo - Consumidor en Carrefour 19-05-2021 Consumidor en Carrefour ECONOMIA ESPAÑA EUROPA COMUNIDAD VALENCIANA CARREFOUR HIPERMERCADOS CARREFOUR València [Municipio] / Archivo

Joan Vila

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Ha costado un año que los responsables políticos de todas partes vean que hemos puesto en marcha un periodo inflacionario de largo alcance. El origen de su ceguera proviene de la historia reciente de la economía, que ha acumulado un montón de años donde el objetivo era bajar precios a expensas de fabricar lejos de aquí. Solo la crisis del petróleo del año 2008 supuso un zarandeo, pero aquella subida de precios era fruto del final de la burbuja inmobiliaria. En el mes de junio el petróleo costaba 140 $/barril; en septiembre, cuando cerró Lehman Brothers, el precio era de 97 $/b y, en diciembre, el petróleo ya iba a 45 $/b. El pico inflacionario duró un año y se deshinchó en tres meses. Aquella crisis supuso también una grave falta de confianza en el sistema financiero.

La crisis de ahora es muy diferente, es resultado de unos cuantos efectos que actúan de forma sinérgica: la gran inyección de dinero ('Quantitative Easing') de los bancos centrales en 2020 aumentó la demanda mundial de todo, hecho que provocó que el transporte marítimo no fuera capaz de dar abasto, cortando de raíz la globalización. Nadie había previsto que, de un día para otro, la globalización se pararía, que no habría gas para todo el mundo, que no habría chips para fabricar aparatos tecnológicos, que la soja subiría tanto de precio que se dispararían los precios de los alimentos, que la fabricación de todos los componentes tendría que volver a un modelo autárquico... Cuando hablamos de cómo resolver la inflación tenemos que tener esta cascada de acontecimientos en la cabeza.

Los que marcharon de vacaciones felices en el mes de agosto creen que la subida de precios que afecta a la pérdida adquisitiva de los ciudadanos se resuelve subiendo en el mismo valor los salarios. Cierto, los salarios se tienen que subir, pero hay que saber que esta subida se trasladará toda de forma directa a los precios, aumentando la espiral, y quizás no será una solución. También se les ocurre que hay que frenar por ley los precios, de forma que si a un ganadero se le sube la soja no pueda repercutirlo en una subida del precio de la leche o de la carne. Ya sabemos qué pasa, ¿verdad? El ganadero cierra la explotación o protesta derramando la leche ante el supermercado. Los felices que se fueron de vacaciones sin estudiar las leyes de mercado tienen que saber que la única manera que hay de frenar la inflación es hacer funcionar los mercados como un reloj, sin hacer trampas. Y esto ya vemos que no son capaces de hacerlo. La UE dice que quiere hacer bajar los precios del gas y de la electricidad y no puede. Quiere y no puede, como la Generalitat con las energías renovables. Europa no quiere hacer una acción que obligue al mercado eléctrico a vender a 50 €/MWh por las tecnologías renovables, gas e hidráulica, y no se atreve a poner un tope al gas que se importa a precio asiático internacional más un euro. O no quiere sincronizar la parada de grandes consumidores industriales para decir al sector energético que se bajará la demanda hasta que haga falta.

A cambio, salen acciones como la de poner precios fijas a una cesta determinada. He mirado la de Carrefour, que pone en marcha mañana con 30 productos, la que puso en marcha en Francia hace poco y la que puso en marcha el 2011 con 20 productos. Está bien tener cestas a precios ajustados, todo ayuda, pero es una cesta sin productos frescos que se asemeja mucho a la que dan en el Banco de Alimentos: cereales sin yogures y sin leche, panecillo de hamburguesa sin la carne.

El segundo batacazo de la crisis viene del mismo Banco Central Europeo, que va subiendo los tipos de interés. Para los que tienen hipoteca a interés variable, cada 1% de subida por cada 100.000 euros de hipoteca se trasladará en un incremento de 1.000 euros más en el año. Además del tipo de interés, el BCE retira dinero del sistema, cosa que quiere decir que el crédito al consumo disminuirá y que la financiación de la deuda pública también se encarecerá, afectando a los presupuestos de los gobiernos. Si no recordáis la palabra recorte, sacadle el polvo.

Todo ello pasa por reconducir la demanda, haciéndola bajar para que se equilibre con la oferta y los precios vuelvan a su lugar. Mientras hacemos este camino cerrarán empresas, perderemos puestos de trabajo e irán creciendo las políticas de ayuda a la gente que no puede, con cestas de supervivencia. ¿Y la vivienda? ¿No se nos ocurre que, en este contexto, hará falta una cesta grande de pisos asequibles? ¿Por qué la Generalitat no ejecuta casi nunca el derecho de retracto sobre los pisos de la Sareb? ¿Por qué los presupuestos del Estado no destinan la parte más importante de inversión pública a la construcción de pisos sociales?

Mientras preparaba este artículo leí una pregunta que hizo la reina Isabel II en un acto a la London School of Economics, en 2008. ¿Me pueden explicar por qué ningún economista había previsto la crisis?, los pidió. Los laureados economistas se tomaron tiempo para responder, convocando un seminario. «La incapacidad de prever el momento, la amplitud y la gravedad de la crisis, y de pararla, debido a que las causas eran numerosas, proviene principalmente de la incapacidad de la imaginación colectiva de muchas personas, por otra parte brillantes, tanto en nuestro país como en el extranjero, para comprender los riesgos del sistema en su conjunto». No dijeron cómo habían aparecido los riesgos, ni por qué los economistas no los habían visto, ni si realmente hay alguien bastante alejado del sistema (o más brillante) para ser capaz de verlos. Por eso es importante no hacer como los economistas laureados, mientras vamos haciendo camino en la crisis hace falta que pongamos el objetivo delante, lejano: vamos hacia la desmaterialización de la economía, hacia una nueva economía de más servicios, más colaborativa, de energía renovable, más solidaria, más local, con menos desplazamientos, aquello que vengo definiendo como economía frugal.

El camino será duro, pero más nos vale levantar la cabeza y mirar un poco lejos, que no nos pase como en 2008, que los economistas no sabían lo que les sucedía. Y que no vuelva a ocurrir que la gente que nos dirige marche de vacaciones dejando al sistema que se vaya pudriendo durante el mes de agosto y no entender nada la primera semana de septiembre. Ahora la angustia también es suya.

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