Feministas de salón
La prostitución es la esclavitud del siglo XXI, sin diferencias ni matices. En ella lo que hay es violencia machista
![Red de prostitución](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/9c0ba6b6-7065-45e5-87c5-e08e8a9bd81f_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Una red de prostitución regalaba servicios a clientes habituales. / ATLAS
![Sònia Guerra](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/02b30e59-5f42-4849-bef1-3a6d04998416_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Sònia Guerra
Secretaria de políticas feministas del PSC
Sònia Guerra
El próximo viernes 23 de septiembre es el Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de mujeres, niñas y niños. Parece mentira que en pleno siglo XXI todavía debamos reivindicar la abolición de la esclavitud en todas sus formas. Parece mentira que en pleno siglo XXI mujeres, niñas y niños puedan ser ultrajados y violentados por proxenetas y puteros. Parece mentira que en pleno siglo XXI los derechos humanos existan solo para unos pocos. Para unas pocas. La explotación sexual es la forma más común de esclavitud.
Resulta paradójico, a la vez que alarmante, que a día de hoy algunas fuerzas políticas autodefinidas como “revolucionarias”, “feministas” y de “izquierdas”, diferencien entre trata y prostitución. Como si hubiese una prostitución buena, como si hubiese una explotación sin violencia. Como si hubiese una esclavitud escogida.
Hace unos días, descubría con asombro una enmienda a la totalidad de la CUP a la proposición de ley para erradicar el proxenetismo en todas sus formas del Partido Socialista. En su propuesta se incluyen expresiones y afirmaciones como las que siguen: “prostitución consentida y sin coacción”, como si esclavitud y libertad pudiesen estar unidas por una conjunción, cuando es evidente que deberían permanecer contrapuestas mediante una disyuntiva; “servicios sexuales”. Como si la violencia sexual pudiese formar parte de un catálogo de servicios privado (o quizás público, ya sabemos de su tendencia a internalizar servicios); “dueños de clubes, bares, agencias de contactos o pisos”, como si no se refiriesen a explotadores proxenetas y a la práctica de la tercería locativa que intensifica la explotación de las mujeres prostituidas. No extorsionándolas únicamente sobre la violencia sexual que sufren, sino también obligándolas a alquilar los habitáculos en los que son violentadas.
Solo las feministas de salón pueden hacer afirmaciones tan aberrantes como las expuestas. Las mujeres y hombres que creemos en el feminismo como un movimiento social y político transformador, tenemos claro el objetivo: “El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas”, como afirmaba Angela Davis.
Todos y todas sabemos que el sistema esclavista se caracterizaba por no considerar personas a los y las esclavas. Por lo tanto, no se puede ser feminista y defender la prostitución como trabajo sexual libre y consentido. Desde el feminismo es nuestra obligación ser claras y contundentes. La prostitución es la esclavitud del siglo XXI, sin diferencias ni matices. No hay libertad en la prostitución. No hay trabajo en la prostitución. En la prostitución lo que hay es violencia machista y esclavitud. Y no podemos ni debemos diferenciar trata y prostitución. Trata y prostitución son dos caras de una misma realidad que no se pueden separar. Ambas participan del mismo marco mental patriarcal que nos violenta a todas y cada una de nosotras. El mismo que les autoriza a violarnos en manada. El mismo que afirma, según la OMS, que una de cada cuatro mujeres ha sufrido o sufriremos violencia machista.
Gritémoslo a los cuatro vientos, no permitamos que los hombres machistas y las feministas de salón perpetúen y blanqueen la explotación sobre ninguna mujer. Porque si nos tocan a una, ¡nos tocan a todas!
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