Opinión |
Artículo de Josep M. Lozano

Triple empate a impotencia

Ni el Sísifo independentista, ni el federalismo de mentirijillas ni los de la 'doctrina Wert' reconocen su incapacidad de hacer realidad sus objetivos

El pleno del Parlament del pasado 6 de julio de 2022.

El pleno del Parlament del pasado 6 de julio de 2022. / David Zorrakino / Europa Press

Josep M. Lozano

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La serie catalana terminó la temporada con un triple empate a impotencia. Los tres personajes principales se despedían en situaciones muy diversas, pero tenían en común tres rasgos que comparten desde hace tiempo. En primer lugar, la impotencia no solo por alcanzar sino incluso por hacer viables sus planteamientos. En segundo lugar, el no reconocimiento -en público- de esa impotencia. Y, en tercer lugar, la atribución de la propia impotencia a las acciones de los demás.

Retórica post-proceso

El Sísifo independentista sigue empujando la retórica post-proceso sin conseguir hacer el duelo y, en muchos casos, venerando un cadáver convenientemente embalsamado. Reconocer que confrontarse con un Estado es un asunto de poder y de correlación de fuerzas, y no de diseño de camisetas, no debería ser incompatible con la valoración y admiración de los injustos e injustificables sacrificios personales que esto ha supuesto. Porque hay que haber asumido que se trata de enfrentarse a un Estado -alcantarillas incluidas- y no simplemente a un Gobierno, en una coyuntura internacional en la que los estados no están por experimentos y compensan la pérdida de soberanía que les viene del exterior endureciendo lo que les queda de soberanía interior, y donde lo único seguro es que en el XXI no se puede hablar de soberanía como en el XIX.

En lugar de dar el Nobel de la estupidez al inventor del hashtag #tenimpressa se sigue hablando del apoyo de "la gente" obviando el problema de quién, cuántos y dónde está "la gente". Cuanto más se cultiva la retórica indepe más manifiesta día a día su impotencia con relación a lo que proclama.

Federalismo

Luego tenemos todas las variantes de nuestro federalismo de mentirijillas. A derecha e izquierda exhiben las apelaciones a todas las virtudes del entendimiento, sin aclarar nunca quién y sobre qué está dispuesto a entenderse con ellos. Y, sobre todo, sin aclarar nunca cuántos siglos están dispuestos a persistir en la demanda de entendimiento sin que nadie les haga caso. Este federalismo de juguete y estas manos extendidas al diálogo se llenan la boca diciendo lo que debería pasar y lo que les gustaría que ocurriera, para exhibir mejor tanto su impotencia para que pase nada como la ausencia de interlocutores dispuestos a que haya ningún cambio significativo. Las patronales, círculos, sindicatos e instituciones diversas podrían repartir cada año fotocopiada la misma y habitual jeremiada sobre los déficits de todo tipo que se nos imponen, en lugar de convocar a la prensa para volver a realizar inútilmente las habituales lamentaciones. Porque su apología del diálogo y el entendimiento no muestra otra cosa que una impotencia que no llega siquiera a convertirse en influencia.

Españolizadores

Por último, los herederos de la doctrina Wert sobre españolizar a los niños catalanes, pero amplificada a todos los catalanes. Su impotencia consiste en no tener recursos ni soportes para convertirse en mayoritarios, ni ninguna perspectiva de serlo. Y la enmascaran con una activa y ruidosa actividad, propia de toda minoría de bloqueo: la conciencia de la propia impotencia se transforma en activa perturbación de la convivencia. Sobre todo porque han puesto de manifiesto lo normalizada que está en España una anomalía democrática: para poder hacer política con la doctrina Wert no es necesario ganar unas elecciones, sino que es mucho mejor ganar unas oposiciones (a juez u otros cuerpos de élite de funcionarios del Estado).

Esperemos que en la próxima temporada de la serie se produzca algún giro de guion porque, de lo contrario, la pérdida de audiencia puede ser irreversible. Al fin y al cabo, un empate a impotencias no augura más que el eterno retorno de lo de siempre.

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