El actor 'enrollado'
Si antes la idea era crear (ya desde guion) los mejores personajes para que los actores se lucieran, ahora es suficiente con dejarles ser la versión más ingeniosa de sí mismos
Desirée de Fez
Periodista y crítica de cine.
Desirée de Fez
¿Es contraproducente que un actor sea excesivamente consciente de su carisma, de su brillo y de su ingenio en una película? No me refiero a que se sepa carismático, brillante e ingenioso. Probablemente lo sea, es normal que lo sepa y está en su perfecto derecho de disfrutarlo. Me refiero a cuando esas virtudes acaban convirtiéndose en lo más llamativo del producto, cuando la chispa autoconsciente de esos actores se impone a sus propios personajes e incluso está por encima de la película. El resultado son filmes en los que los actores, encantados de haberse conocido, parecen olvidar que interpretan a un personaje y son simplemente una versión amplificada de sí mismos.
Los graciosos, ingeniosos e irónicos (ironizan sobre su propio atractivo, sobre su propio éxito) son ellos, no sus personajes. Sería algo así como la última frontera de lo que siempre se ha entendido como un vehículo actoral. Si antes la idea era crear (ya desde guion) los mejores personajes para que los actores se lucieran, ahora es suficiente con dejarles ser la versión más ingeniosa de sí mismos, con convertir esos personajes en lienzos sobre los que proyectar su carisma y, de ese modo, ganar complicidades. Un ejemplo reciente sería Brad Pitt en 'Bullet Train' (2022), película de acción en la que Pitt, por otro lado un actor extraordinario, juega todo el rato (y lo disfruta) a ser él mismo. La película la dirige David Leitch, que no es la primera vez que apuesta por esa modalidad de vehículo actoral. Es, por ejemplo, el director de 'Deadpool 2' (2018), y pocos ejemplos más claros de actor extremadamente consciente de su carisma que Ryan Reynolds, sobre todo en las dos películas sobre ese personaje. Otros dos actores que, en mayor o menor medida, también tienden a eso son The Rock y Keanu Reeves. Quizá todos seamos cómplices por reírles las gracias y porque la fórmula es efectiva, pero la posibilidad de que las estrellas le cojan el gusto a relacionarse así con las películas y con los espectadores da mucha pereza.
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