Responder de los actos o morir antes

Desde hace un año, en España es legal pedir una muerte asistida, tras superar varios trámites administrativos y médicos. Las primeras eutanasias de las que tenemos noticia nos hablan de dos aspectos significativos. Por un lado, la placidez con la que el paciente afronta el último paso, consciente de la decisión y guionista de los últimos instantes. Por otro, la alta responsabilidad del médico, convencido de haber contribuido al enaltecimiento de la dignidad humana, pero inmerso en una ansiedad razonable, porque no actúa mecánicamente, sino sabiendo que su intervención es crucial, definitiva, irreversible.

La eutanasia, sin embargo, genera conflictos éticos que no estaban previstos en la ley. Un hombre que hirió de gravedad a cinco personas, ahora ingresado en el Hospital Penitenciario de Terrassa por una lesión medular, ha pedido la inyección fatal. Las víctimas se oponían porque entendían que, antes de morir, debía responder de sus actos: “No puede escabullirse de la justicia”. Ahora, esta misma justicia ha dictaminado que prevalece el derecho del preso enfermo sobre la aplicación estricta del derecho penal. ¿Alguien puede imaginar que quien desea morir lo hace porque piensa que así evitará un juicio?

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