Opinión |
Artículo de Jordi Alberich

Ucrania y nuestra agricultura

Deberíamos entender que la actividad económica no puede sustentarse en ubicar la producción, ya sea agrícola o industrial, donde resulte más barata. De lo contrario, pasa lo que pasa

Campos de trigo en el este de Ucrania.

Campos de trigo en el este de Ucrania.

Jordi Alberich

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Una más de las dramáticas consecuencias de la guerra de Ucrania es la ruptura de la cadena alimentaria mundial, que puede llevar a la hambruna a algunos de los países más empobrecidos, tanto por la escasez de cereales como por la espectacular alza en sus precios. A la menor producción se le añade, además, el bloqueo ruso de las exportaciones, rompiendo aún más los frágiles equilibrios globales.

Así, en los tiempos inmediatos, no podemos aspirar a una solución definitiva que permita regresar a la normalidad perdida, sino que muchos países deberán gestionar como puedan este escenario tan complejo e imprevisible. Es el caso de España, cuya producción no resulta suficiente para el autoabastecimiento y debe recurrir a las importaciones. Todo ello me lleva a pensar en algunos de los criterios que han sustentado estos tiempos de globalización acelerada.

La corriente dominante hace unas décadas afirmaba que los países avanzados no debían preocuparse por la agricultura, que esta debía ubicarse donde se pudiera conseguir el mejor precio de producción dado que la libre circulación de mercancías, en un mundo tan abierto, garantizaba el suministro sin mayores problemas. Afortunadamente la presión del mundo rural, a menudo incomprendida, favoreció la inversión en infraestructuras de regadío que, acompañada de una notable apuesta privada en tecnología agraria, ha permitido mejorar en mucho la productividad del sector primario.

De lo que estamos viviendo, quizás lo único positivo sea reconocer hasta qué punto eran inconsistentes algunos supuestos sobre los que hemos articulado la economía mundial en tiempos recientes. Ahora que nos enfrentamos a lo que viene a denominarse 'reglobalización', deberíamos entender que la actividad económica no puede sustentarse exclusivamente en ubicar la producción, ya sea agrícola o industrial, donde resulte más barata. De lo contrario, pasa lo que pasa. 

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