ANÁLISIS

La herencia infinita

Josep Maria Bartomeu y Joan Laporta en 2015

Josep Maria Bartomeu y Joan Laporta en 2015 / Marc Casanovas

Sònia Gelmà

Sònia Gelmà

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Laporta asistió atónito al festival del Eintracht como aquel transeúnte que presencia un robo. Indignado. De hecho, su primer impulso fue culpar a los socios de haber revendido sus carnets. Tras un análisis más profundo, y activado el aspersor de responsabilidades, en medio de una autocrítica discreta, aparecieron nuevos culpables, entre los cuales volvió a aparecer, inesperadamente, la herencia. 

¿Hasta cuándo puede ser una herencia responsable de todo lo que ocurra en el Barça? Es evidente que el club ha quedado a nivel económico y deportivo al borde del abismo tras el mandato de Bartomeu. Pero también es cierto que ya hace más de un año que Laporta tomó posesión de su cargo y empieza a ser hora de admitir como propios según qué contratiempos.

De la misma manera que en el camino del femenino partía de una excelente base, pero pasa a ser mérito suyo el haber sabido dar un nuevo impulso, también ha tenido tiempo suficiente para actuar sobre el modelo de negocio del club si así lo consideraba oportuno.

No es fácil renunciar a 70 millones

Lo sucedido ante el Eintracht –aparte de la nula reacción de un Departamento de Seguridad que no se heredó— es la culminación de un modelo que necesita que el Camp Nou sea una fuente de ingresos muy importante en venta de entradas.

Más allá de los abonados que este año pidieron excedencia, hace años que mediante el sistema de Seient Lliure, el club dispone de una media de 30.000 entradas por partido que rentabiliza gustosamente en un mercado de turistas dispuestos a pagar cantidades desorbitadas inasumibles para aquellos que viven aquí.

A esta junta no les molestó el sistema cuando ya numerosos italianos o turcos se mezclaron con la afición local contra el Nápoles o el Galatasaray. Y no les culpo, no es fácil renunciar a 70 millones anuales cuando además vas necesitado de ello. El Barça quiere mantener los privilegios de sus socios, pero debe ingresar como una multinacional. Y aquí es donde se producen las tensiones: entre lo que el Barça quiere ser y lo que puede ser.

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