Opinión |
Artículo de Joaquim Coll

El enfado argelino con España, una pataleta histórica

Queramos o no, el plan de autonomía del Sáhara es la única alternativa factible. Ahora bien, es evidente que Sánchez ha cedido al chantaje de Mohamed VI a cambio de controlar la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla

Argelia llama a consultas a su embajador en Madrid.

Argelia llama a consultas a su embajador en Madrid. / EPC

Joaquim Coll

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El apoyo de Pedro Sánchez al plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental tiene diversas derivadas, y una de ellas es el enorme enfado de Argelia con el anuncio de un doble castigo: una próxima subida del precio del gas, que solo afectaría a España y un acuerdo especial con Italia, que se convertiría en el punto de entrada de ese crucial hidrocarburo para el conjunto de la UE en detrimento de nuestro país. Que el Gobierno español haya abandonado la neutralidad sobre el futuro de su excolonia para alinearse con la solución propuesta por Marruecos, un plan de autonomía que también apoyan Estados Unidos, Alemania y Francia, ha sido calificado de “traición” por Argelia, el más firme y decidido aliado del Frente Polisario desde 1973. El conflicto del Sáhara no solo está enquistado desde hace casi medio siglo, sino que el reino alauita ha conseguido colonizar entre tanto ese territorio, mientras que internacionalmente no ha sufrido jamás ninguna presión real desde el Consejo de Seguridad de la ONU para llevar a cabo un referéndum de autodeterminación. 

Queramos o no, España muy poco puede hacer, y el plan de autonomía es la única alternativa factible, sin olvidar por otro lado que necesariamente mejoraría las condiciones de vida del castigado pueblo saharaui. Ahora bien, es evidente que Sánchez ha cedido al chantaje de Mohamed VI a cambio, entre otras cosas, de controlar la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla. Pero el enorme enfado de Argel con España no se entiende bien sin la rivalidad regional que le enfrenta a Marruecos, inicialmente por la delimitación de las fronteras entre ambos estados, y que ha ido creciendo hasta el punto de que hoy son declarados enemigos. Tampoco se comprende bien el enfado argelino sin analizar por qué España prefirió abandonar el Sáhara Occidental en 1976 en beneficio del reino alauita, en un momento en el que también la españolidad de las Canarias estaba en duda. Argelia es una república de origen socialista que desde su independencia en 1962 ha ido virando hacia un nacionalismo panislamista apoyado en una casta militar. Tras ganarle la guerra a Francia, se convirtió en un faro de los movimientos de descolonización, y entre otras muchas causas socorrió al minoritario independentismo canario y al nacionalismo saharaui. 

Argel fue la base operativa desde 1964 del Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), liderado por Antonio Cubillo, que logró el reconocimiento de la Organización para la Unidad Africana (OUA) y expandió las tesis a favor de la “descolonización” de las Canarias. Cubillo era partidario de un doble proceso de lucha armada -canario y saharaui- frente a España, por lo que Argelia también pasó a dar apoyo a la independencia del Sáhara Occidental en el marco de una estrategia que le abriría el camino hacia el oeste, en rivalidad con Marruecos. Como ha escrito el historiador Xavier Casals, el apoyo de Argelia al Frente Polisario “marcó el destino” de la colonia española en beneficio de Marruecos. El Gobierno del franquista Arias Navarro temió que una república saharaui bajo la tutela argelina reforzase al MPAIAC y llevara a cuestionar en los foros internacionales la españolidad de Canarias. En cambio, Marruecos no tenía ninguna pretensión sobre el archipiélago y reconocía abiertamente su secular pertenencia a España. 

Tras el abandono del Sáhara, el cuestionamiento de la españolidad de Canarias auspiciado por Argelia impactó en el delicado proceso de transición democrática. En 1978, la OUA pidió a la ONU que considerase al archipiélago como territorio por descolonizar, obligando a una acción contundente del Gobierno de Adolfo Suárez tanto dentro como fuera de España. En abril de ese año, todos los grupos en el Congreso, incluyendo a los nacionalistas catalanes y vascos, rechazaron la autodeterminación Canarias. En los foros internacionales, la cuestión quedó zanjada en 1981, cuando la OUA descartó definitivamente el carácter colonial del archipiélago, que iba a constituirse en comunidad autónoma al año siguiente. En definitiva, el actual enfado argelino responde no solo a los errores que ha cometido el Gobierno Sánchez al anunciar su cambio sobre el Sáhara, sino sobre todo a una actitud de pataleta por el éxito final de su enemigo marroquí.

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