Opinión |
Artículo de Josep M. Lozano

¿Urgente? ¿Importante?

Nos adentramos en un mundo en el que, crecientemente, dirigir y gobernar consiste en gestionar el miedo y gestionar mediante el miedo

Josep M. Lozano

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Fui a la manifestación de apoyo a los trabajadores despedidos de Betevé y en defensa de los programas culturales cancelados. Tampoco debería sorprendernos que un gobierno municipal que celebra como un éxito de la ciudad que el Primavera Sound se vaya a Madrid sea cómplice de la liquidación de programas culturales emblemáticos. Pero que no nos sorprenda no quiere decir que no nos inquiete ese desprecio institucional por la cultura y la información de los barrios. Lo que ya resulta más difícil de calificar, si uno quiere mantener la buena educación, es la maniobra de contraprogramación perpetrada por Barcelona en Comú que, en la mejor tradición de la derecha a la que dice combatir, organizó deprisa y corriendo a la misma hora y en el mismo sitio una manifestación con el clásico #noalaguerra.

Y allí nos encontramos ambas manifestaciones, en una convivencia tan educadamente exquisita como perversamente inevitable. En un momento determinado se me acercó una chica -no sabría decir si rusa o ucraniana- y me preguntó qué ocurría frente al ayuntamiento. Le expliqué brevemente el motivo del apoyo a Betevé y, cuando terminé, con una mirada que transmitía una tristeza infinita, me dijo: "pero si lo nuestro es más urgente e importante...". Cuando todo había terminado, mientras comíamos un frankfurt de uno de estos minúsculos negocios ajeno a disrupciones y reinvenciones y que resiste covids y crisis financieras, vimos lOs restos de las dos manifestaciones, grupitos de conversaciones ajenas unas a otras.

¿Qué es hoy lo urgente, lo importante? Lo que tenía delante es la imagen precisa de un mundo en el que se solapan urgencias e importancias, una tras otra sin criterio ni diferenciación. Los moralistas de derechas y de izquierdas tienen siempre juicios rápidos a este tipo de mezclas indiscriminadas. ¿Quién puede juzgar y decidir sobre la bondad y prioridad de urgencias e importancias, sobre todo si no forma parte de los directamente afectados? ¿Quién puede ser tan sinvergüenza de contraponer urgencias e importancias cuando en todas ellas laten dolor, incertidumbre e impotencia? No las estoy poniendo al mismo nivel, ni las hago mutuamente excluyentes. Las hago parte de un mundo que mezcla todo tipo de pancartas para que la gente se desahogue en un revoltijo de urgencias e importancias que impide compartir luchas y construir criterio. Como dijo aquél, al final ya ni nosotros sabemos si somos de los nuestros.

Lo que cada vez más tienen en común estos revoltijos es el miedo. Nos adentramos en un mundo en el que, crecientemente, dirigir y gobernar consiste en gestionar el miedo y gestionar mediante el miedo. No es que lo que te propongo sea muy estimulante, pero es que la alternativa da miedo. Acéptame a mí y lo que te ofrezco, porque la alternativa solo puede ser peor, y saldrás perdiendo. El futuro como amenaza, esta es la clave en la que nos vamos instalando. El mundo se nos hace más áspero, la vida más difícil y el corazón se nos encoge. Pero lo que no podemos perder es la conexión con lo que hace que la vida valga la pena de ser vivida. Porque cuando el futuro se convierte en una amenaza solo tienen futuro los que viven explotando nuestro miedo.