Análisis |
Entender + la economía

Catalunya, de nuevo tierra de oportunidades

La revolución de una nueva economía, basada en recursos renovables y muy circular, ha llegado. No se puede dejar pasar esta ocasión

Paneles fotovoltaicos y turbinas eólicas

Paneles fotovoltaicos y turbinas eólicas / Shutterstock

Joan Vila

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Catalunya es lo que es porque está situada en el extremo occidental del Mediterráneo, porque está tocando a Europa y porque el Islam también llegó. Pero, sobre todo, es lo que es porque ha sabido aprovechar muchas de las oportunidades que han pasado (si bien no todas).

Esta semana me ha visitado un amigo de Tarragona enamorado de la Garrotxa. Cuando hablábamos del peso industrial de la comarca, que solo tiene 58.600 habitantes con un PIB de la industria del 47,7%, intentamos encontrar explicaciones de por qué era así. ¿Por qué la Garrotxa es tan industrial, al lado de otras comarcas como la Ribera d'Ebre, la Segarra, la Conca de Barberà o el Alt Camp? A diferencia de alguna de las comarcas mencionadas, en las que una empresa es el tractor de la actividad económica, como una central nuclear o una gran cooperativa, en la Garrotxa la actividad se encuentra muy dispersa. Entonces, ¿por qué se ha desarrollado y mantenido una actividad industrial? Antes que nada, por el hecho de que la revolución industrial se hizo junto a los ríos Ter, Llobregat y Fluvià, donde se ubicaron las fábricas textiles y de papel. Pero, ¿por qué no fue así en los ríos Noguera Pallaresa o Segre o, todavía más, por qué cuando los ríos llegan a la llanura del Empordà no tuvieron las fábricas allí?

Lo cual nos lleva a pensar que, para que se industrializara un territorio, antes ya tenía que haber una actividad manufacturera, básicamente de forja, textil y de fabricación de papel, actividades presentes en las comarcas que después se industrializaron.

Ernest Lluch replicaba a los que afirmaban que Catalunya había ido mejor después de 1714 diciéndoles que esto no fue así en València ni tampoco en Aragón. ¿Qué pasó en Catalunya? Pues que un azar de la geopolítica hizo que Francia y Holanda entraran en guerra en 1672. A partir de entonces, los holandeses tuvieron que buscar quien les fabricara el aguardiente que necesitaban para mezclar con el agua durante los largos viajes atlánticos. Este aguardiente lo encontraron en el Camp de Tarragona, saliendo de Salou y Torredembarra. Aquella apertura del comercio fuera del Mediterráneo, hacia el Atlántico, fue la globalización de Catalunya. Aquello continuó con una efervescencia en la construcción de nuevos barcos que iban a Holanda y volvían con tejidos, sobre todo de indianas, que aquí se intentó copiar rápidamente. Aquel comercio más adelante se extendió a América, llevando algodón y ron hacia aquí y también esclavos africanos hacia allá, en una triangulación en el Atlántico que hizo muchas fortunas y reforzó la industrialización y modernización del país.

Aquella oportunidad de globalización que supo atrapar Catalunya continuó con la llegada de la Revolución Industrial de la mano de un cambio en la política española que liberó privilegios feudales, por ejemplo en el uso del agua de los ríos. Y así fue como, después de 1850, se generó una locura colectiva en industrialización. Muchos querían hacer una fábrica de lo que fuera, iban a las exposiciones universales en Barcelona (1888) o en París (1889) buscando oportunidades. ¿Todo el mundo? Todo el mundo no, solo las áreas que habían sabido crear el potencial, la cultura de la innovación, las que tenían capital procedente de los campesinos y de los indianos, en definitiva las que tenían el mar no demasiado lejos para el comercio, un río que se dejara gestionar y una población que se pudiera adaptar a los nuevos conceptos de trabajo. Esto pasó en la Garrotxa, a pesar de que las comunicaciones eran muy malas. La continuidad industrial ha seguido porque no ha tenido ninguna opción para desviar la atención de la economía hacia actividades inmobiliarias y de construcción, a menudo más fáciles, como así ha sido en las comarcas marítimas. También por más cosas, por la excelencia en la formación profesional y ahora por la buena colaboración público-privada, capaz de resolver problemas como el de la llegada de la fibra óptica a todos los pueblos.

Todo esto lo explico para decir que nos encontramos nuevamente a las puertas de nuevas oportunidades, en el nacimiento de una nueva economía con recursos renovables y muy circular. Dependerá de nosotros decidir si estamos dispuestos a aceptar las nuevas circunstancias y a no perder un impulso que nos da la historia. Tendremos que decidir si aceptamos el coste de ver modificado el paisaje de las montañas y de los llanos, si aceptamos poner placas en todos los tejados, si aceptamos que nuestros residuos sólidos y líquidos se transformen en energía, si queremos tener campos con cultivos oleicos o para fermentar, si aceptamos agruparnos en comunidades energéticas para compartir generación y consumo, si aceptamos vivir viajando más cerca, si aceptamos comprar productos más locales, si nos vestimos sin ser esclavos de la moda...

Esta revolución ya ha empezado. Lo está haciendo de forma no controlada, a través de la parada brusca de la globalización y del incremento de los precios de la energía, hechos que han hecho subir la inflación. Esta semana el BCE ha admitido (por fin) que la inflación no era un fenómeno coyuntural y que tendría que subir los tipos de interés. También porque lo hace la FED americana y no puede estar sin actuar, para no afectar excesivamente el cambio euro-dólar.

Pues bien, aunque sea de forma imprevista y desordenada, la revolución ha llegado y Catalunya no puede dejar perder esta oportunidad. El jueves por la tarde, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dijo que las centrales nucleares no se alargarían por riesgo de seguridad, a raíz de ver la experiencia de Francia. Y añadió que si Catalunya no desarrolla los proyectos que necesita para la nueva economía «el Estado pondrá las líneas que hagan falta» para suministrar la energía en Catalunya. Es decir, si no aprovechamos la oportunidad se beneficiarán los vecinos. El viernes, la 'consellera' de Acció Climàtica, Teresa Jordà, desveló la planificación energética Proencat 2050, aceptando que la instalación renovable tendrá que ser masiva. Avisados estamos.

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