Decir que no
No acabo de estar segura de que estar en todas partes sea necesariamente bueno
Ana Polo
Periodista y humorista
Ana Polo
Abro el 'mail'. ¡Buenas noticias! Tengo una propuesta de EL PERIÓDICO. Quieren que tenga una columna quincenal. ¡Qué chulo, pienso! Y al instante, un pensamiento intrusivo: ¿no estoy haciendo ya muchas cosas? ¿Tengo que decir siempre que sí a todo? Cuantos más trabajos, mejor, ¿verdad? Esto es lo que me dice todo el mundo: “¡Estás a tope, Ana. Te veo en todas partes!”. En el mundo de la comunicación la sobreexposición se premia. Y felicitación detrás de felicitación, un mantra en forma de espada de Damocles se instala en nuestros cerebritos: si no trabajo en suficientes lugares, se olvidarán de mí. Si no me ven, no existo.
Yo no acabo de estar segura de que estar en todas partes sea necesariamente bueno. Primero, porque es casi imposible encontrar la cantidad ideal de trabajos; el equilibrio entre la seguridad de saber que los otros te tienen presente y el pánico a que se cansen de ti, si te pasas. Segundo, porque si estás en todas partes, ¿en qué momento estás contigo? ¿Cuándo haces las cosas que te hacen estar bien pero que quizás no brillan tanto? ¿Puedo sostener mi vida a base de validación externa? Poner lavadoras, ir al mercado o cocinarme un caldo son cosas que no acumulan tanto capital social, pero que son necesarias para cuidarnos. La vida también es esto. Yo no soy solo mi trabajo.
Me ha costado decidirme. Estamos programadas para ser yonquis de la aprobación y esto nos paraliza en la hora de poner límites. No es fácil decir que no. Pero ya hace un tiempo que voy aprendiendo. Porque he podido comprobar que un 'no' afuera siempre es un 'sí' adentro, un 'sí' a mí misma.
Finalmente, he decidido aceptar. Columna mensual, eso sí. Tampoco tengo tantas opiniones. Y cuando las tengo, quizás ya coinciden con las de otro y con un retuit, mental o verbal, tengo bastante. Pienso que no está mal que este espacio lo tenga alguien como yo. No fuera el caso de que, quién sabe, le acabaran dando la columna a otro señor acomodado y privilegiado que, de tanto oírse hablar, acaba meando fuera del tiesto y diciendo cosas como que las tetas de Rigoberta Bandini son las suyas (@jordibaste).
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