Cuenta atrás en Irán
El retorno al acuerdo nuclear sería la mejor de las opciones posibles, ya que permitiría desactivar la bomba de relojería
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Lanzamiento de un cohete en Irán. / Ministerio de Defensa de Irán / AFP
![Ignacio Álvarez-Ossorio](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/epi/public/file/2022/0913/16/ignacio-alvarez-ossorio-9d2ba07.png)
Ignacio Álvarez-Ossorio
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.
Ignacio Álvarez-Ossorio
En las últimas semanas, el foco mediático se ha situado en las crisis de Ucrania y Kazajistán, dos antiguas repúblicas soviéticas que Rusia no ha dudado en instrumentalizar en su pulso contra Estados Unidos y la Unión Europea. La reanudación de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní ha pasado desapercibida, a pesar de que su colapso podría generar una nueva escalada de tensión en Oriente Próximo.
A comienzos de enero se retomaron en Viena las conversaciones entre Irán y el G5+1 (integrado por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania). El propósito declarado era resucitar el acuerdo de 2015 por el que el régimen iraní interrumpió su programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones que pesaban sobre el país. En el marco de su política de máxima presión, el presidente Donald Trump se retiró del acuerdo en 2018, tras lo cual Teherán reanudó el enriquecimiento de uranio.
El estrangulamiento de la economía iraní por parte de la Administración norteamericana ha provocado cuantiosas pérdidas, que algunas fuentes elevan al billón de dólares. No obstante, la estrategia de máxima presión de Trump no ha dado los resultados esperados, ya que el régimen iraní no ha dado su brazo a torcer. Más bien al contrario, ya que la presión estadounidense debilitó a los sectores reformistas encabezados por el reformista Hasan Ruhani y fortaleció a los sectores ultraconservadores, como evidenció la victoria electoral del halcón Ebrahim Raisi en las elecciones presidenciales del mes de junio.
Las sanciones de Trump han hecho perder un tiempo precioso a los negociadores, ya que Irán reanudó en 2019 su programa nuclear. La situación en 2022, por lo tanto, no es la misma que la de 2015. De ahí que las negociaciones se están desarrollando a contrarreloj, ya que el tiempo se agota e Irán podría disponer de la tecnología necesaria para fabricar armas nucleares en cuestión de unas pocas semanas.
La estrategia de máxima presión de Trump no ha logrado los resultados esperados, sino lo contrario: ha reforzado al régimen iraní
La Administración de Biden se encuentra ahora en una situación de debilidad, ya que ha agotado todos sus cartuchos y no le queda otra baza que recurrir a la amenaza de un posible ataque contra las instalaciones nucleares iranís. Irán, por el contrario, ha salido reforzado, ya que su régimen ha logrado salir airoso de las sanciones y el tiempo corre a su favor, por lo que los miembros del G5+1 no tendrán otra opción que presentar concesiones si quieren que las negociaciones lleguen a buen puerto.
Recuperar la confianza no será fácil. De hecho, las posibilidades de alcanzar un acuerdo son limitadas, porque las posiciones negociadoras siguen estando bastante alejadas. Mientras los países occidentales exigen una inmediata congelación del enriquecimiento de uranio y un pleno acceso de la Agencia Internacional de Energía Atómica a las instalaciones nucleares, Irán considera indispensable el levantamiento de todas las sanciones y, sobre todo, que Estados Unidos le ofrezca plenas garantías de que no abandonará de nuevo el acuerdo en el caso de que los republicanos vuelvan a la Casa Blanca.
Parece evidente que el retorno al acuerdo nuclear sería la mejor de las opciones posibles, ya que permitiría desactivar la bomba de relojería que ya ha empezado su cuenta atrás. Sería un acuerdo de mínimos que permitiría ganar tiempo y en el que todos podrían vender como una victoria: el presidente Biden revertiría una de las decisiones más controvertidas de su predecesor en el cargo, mientras que el régimen iraní podría volver a exportar petróleo, lo que aliviaría la aguda crisis económica que padece el país.
El peor de los escenarios sería el fracaso de las conversaciones, que provocaría una nueva escalada de tensión en Oriente Próximo. En los últimos años, Israel ha lanzado reiterados actos de sabotaje para frenar el enriquecimiento de uranio, pero solo ha conseguido ralentizarlo. Ni tan siquiera la sintonía existente entre Benjamin Netanyahu y Donald Trump consiguió convencer a Estados Unidos de la necesidad de lanzar un ataque contra las instalaciones nucleares iranís. La buena noticia es que el presidente Joe Biden ha dejado claro, por activa y por pasiva, que no está interesado en una nueva aventura bélica, sobre todo tras los fiascos militares en Irak y Afganistán.
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