Un arqueólogo entre libros
Es genial horadar el terreno en pos de nuestro pasado, pero en las bibliotecas acontecen historias igualmente increíbles
Jordi Serrallonga
Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.
Carina Casanovas conserva las fotos a buen recaudo, y amenaza con publicarlas. Me embaucó por medio de dádivas: un alijo de antiguos libros de temática darwinista. «Hay muchos más», dijo. En los Encants Vells de Barcelona habían aparecido cientos de volúmenes sobre evolución; y hacia allí nos dirigimos.
La estampa rallaba lo obsceno: pilas de libros se esparcían por el suelo. ¿Cómo explicar a los vendedores que aquella gran biblioteca tuvo que ser reunida con mucho esfuerzo por alguien... parecido a mí? Noté un sudor frío e imaginé la pesadilla 'dickesiana' de unas navidades futuras, y yo en la piel de Mr. Scrooge. ¿La advertencia sobre cómo podía acabar, desahuciada, mi amada biblioteca?
Nunca antes osé pisar un libro, y no iba a hacerlo ahora. Debía profanar la fosa común –un extenso manto de libros– pero con respeto. Por lo que, al igual que en los yacimientos arqueológicos, me agaché y, a cuatro patas, excavé los estratos bibliográficos. Mis rodillas escalaban montañas de obras lujosamente encuadernadas y hurgué entre volúmenes de Darwin, Wallace, Haeckel, Lamarck, Buffon... Les pedí perdón por semejante osadía. Repté y gateé ensimismado hasta descubrir, con horror, que una risueña Carina inmortalizaba el momento. Existe un primer plano de mi trasero mientras rindo pleitesía a una vieja reimpresión de 'El origen de las especies', y en otra miro con cara de sorpresa a la cámara. Recuerda, en modo feo, la expresión de Cary Grant –en el fotograma final de 'Historias de Filadelfia'– cuando un paparazzi lo caza junto a Katherine Hepburn. La foto del delito. El arqueólogo sumergido en una estratigrafía de libros y expoliando el tesoro de una o un colega evolucionista anónimo. El acto de carroñeo que se repitió en la Feria del Libro de Ocasión, Antiguo y Moderno de Barcelona; varios nos lanzamos a la caza –rescate– de la biblioteca de Javier Reverte. Un viajero o una viajera se va, y una biblioteca se desintegra. El amigo Jacinto Antón sabe de qué hablo.
En 'Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal', el Dr. Jones le comenta a un alumno que no solo se hace arqueología en la biblioteca, que también es muy importante el trabajo de campo. ¿Y cuando ambos terrenos se funden? Tocado con fedora, llevo años horadando el terreno en pos de nuestro pasado, aunque en las bibliotecas acontecen historias igualmente increíbles. Por ejemplo, semanas atrás, en el Ateneu Barcelonès me fijé en dos libros que manipulaba la bibliotecaria; uno de ellos estaba abierto y, de reojo, atisbé la lámina con 'pterosaurios'. Venció mi curiosidad, más cuando leí en letras capitales: H.G.Wells. ¿Una rara edición de 'La Máquina del Tiempo'? No. Laura catalogaba: 'The Outline of History. Being a Plain History of Life and Mankind', coordinada por el mismísimo Wells. «Pero no figura el año de publicación», se lamentó. Era un caso para el combo Jordi Jones + Jordick Holmes. Hojeé la obra y di con un fantástico y desfasado capítulo sobre el origen del ser humano; esto despertó al Gollum que llevo dentro: «róbalo, llévatelo... ¡mi tesoro!». Por suerte, aún siendo agnóstico, siempre acato el siguiente mandamiento: «'Hai excomunion' reservada a su santidad contra cualesquiera personas, que quitaren, distraxeren, o de cualquier otro modo enagenaren algún libro, pergamino o papel de esta 'bibliotheca'».
Wells vivió entre 1866 y 1946 por lo que, al tratarse de una obra editada en Londres, rápidamente busqué un fósil director clave para la Inglaterra de la época: el 'Hombre de Piltdown'. Este hominino extinto, de cuna inglesa, fue publicado en 1912, y se convirtió en la gran esperanza para todos los que creían que la humanidad respondía a un noble origen europeo. Y ¡bingo! En el capítulo se hablaba del neandertal –especie propuesta en 1863– y del hallazgo de Piltdown. En 1950, cuatro años después de la muerte de Wells, dicho fósil fue desenmascarado: resultó ser un fraude científico orquestado para eclipsar la génesis simiesca y africana de la humanidad propuesta por Darwin. En definitiva, le dije a Laura que la horquilla temporal del libro de Wells debía situarse no antes del 1912 y no más tarde de 1946. Es bonito sentirse como un primate arqueólogo nómada y rata de biblioteca a la vez.
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