Escupitajos
Buena parte del conflicto en la escuela de Canet nació y se reprodujo en las redes. La cuestión es qué hacemos con tanto salivazo
El debate sobre la inmersión lingüística ha estallado sobre un niño de cinco años. El caso es suficientemente conocido: unos padres reclamaron que su hijo recibiera un 50% de horas de educación en castellano en la escuela Turó del Drac, de Canet de Mar. El TSJC dictó, como medida cautelar, que se impartiera un 25%. A partir de aquí, la situación se ha convertido en uno de esos tornados que arrastran intereses políticos, enconos sociales y emociones profundas. A su paso, solo queda hacer recuento de daños. Amenazas a la familia y demasiados políticos que eligen la crispación o que son presos de la incapacidad. Pero antes de repartir culpas, no estaría de más examinarnos a nosotros mismos.
Buena parte del conflicto nació y se reprodujo en las redes. Nada nuevo. Los escupitajos abundan en Twitter. La cuestión es qué hacemos con tanto salivazo. ¿Cuál es nuestra colaboración en la crispación cuando los compartimos, hablamos/escribimos sobre ellos? ¿Por qué dedicamos tanta energía al esputo de un desconocido? ¿Hasta qué punto nos mueve el espíritu crítico o la tentación de recoger aplausos? ¿Cuánta discordia alimentamos por un RT? En realidad, la gran pregunta es: ¿en qué momento nos volvemos tóxicos?
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