Opinión |
Superpotencia emergente

China se enroca en el 'cero covid'

El Gobierno chino ha apostado su legitimidad política a controlar el virus mejor que Occidente, al que considera lastrado por un individualismo visceral

El presidente de China, Xi Jinping.

El presidente de China, Xi Jinping. / EP

Georgina Higueras

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El covid-19 se ha convertido en un problema político en China. El miedo al efecto devastador que puedan tener en el país las variantes del virus ha enrocado al Partido Comunista Chino (PCCh) en una tolerancia cero, que cada día resulta más difícil y costosa. El aislamiento impuesto ha desatado un peligroso nacionalismo y amenaza las aspiraciones de la República Popular de alzarse como la voz del Sur global y la alternativa al orden liberal propugnado por Estados Unidos. 

Xi Jinping, el presidente más viajero de la historia del Imperio del Centro, con una media anual de 14 salidas al extranjero, cumple ahora un bienio sin aventurarse fuera de las fronteras nacionales. Su rival en la gobernanza global, Joe Biden, se ha encargado de criticar públicamente su ausencia de la cumbre del G20 y de la COP26, que ha tildado de “gran error”.

Las palabras del presidente de EEUU no han ablandado la obcecación con la política de ‘cero covid’. China se enfrenta a 15 meses fundamentales para su futuro y no quiere que el virus los empañe. Primero, los Juegos Olímpicos de invierno (febrero), en los que pretende --como en los de 2008-- mostrar al mundo sus capacidades. Segundo, la celebración el próximo otoño del XX Congreso del PCCh, en el que Xi se juega continuar como máximo líder de un partido con 93 millones de miembros. Y tercero, el pleno de la Asamblea Popular Nacional, en marzo de 2023, que decidirá sobre la jefatura del Estado y las directrices del Gobierno. Según los expertos, es muy posible que Pekín mantenga las restricciones con el exterior, al menos en la capital, hasta asegurar los movimientos de la plana mayor del PCCh.

El Gobierno ha apostado su legitimidad política a controlar el virus mejor que Occidente, al que considera lastrado por un individualismo visceral. China ha reportado menos de 5.000 muertes desde que comenzó la pandemia y para muchos chinos esto es motivo de orgullo nacional. De hecho, cuando el covid-19 comenzaba a cebarse en Europa, en marzo de 2020, China declaró la victoria sobre la enfermedad, después de sorprender al mundo con el confinamiento a cal y canto de cientos de millones de personas durante dos meses. 

Desde entonces, una muralla de acero separa a China del mundo, con cancelaciones masivas de visados, restricciones a la reunificación familiar de los extranjeros y cuarentenas inasumibles para la mayoría de empresarios y comerciantes, casi los únicos con posibilidades de entrar, que con frecuencia se ven obligados a un doble encierro de dos semanas cada uno: el primero en una de las escasas ciudades en las que se puede aterrizar desde el exterior y el segundo, en la ciudad a la que se dirigen. Ningún dignatario extranjero ha pisado Pekín. Xi Jinping se comunica con sus homólogos por videoconferencia y llamadas telefónicas. Las escasas reuniones presenciales entre altos funcionarios extranjeros y chinos, como el ministro de Exteriores Wang Yi, se celebran en Tianjin, a unos 130 kilómetros al sur de Pekín, en cuyo aeropuerto aterrizan vuelos internacionales.

Según las cámaras de comercio occidentales, los residentes extranjeros en China se han reducido en más del 30% desde el inicio de la pandemia. Muchos chinos ven el mundo exterior como un caos y los medios de comunicación nacionales han alentado una visión distópica de los occidentales como egoístas y despreciadores de la ciencia. Hay chinos que, al ver a un extranjero, se alejan por temor a contagiarse. 

El estricto control gubernamental ha permitido hasta ahora el crecimiento de la economía, impulsada por el aumento de las exportaciones y de la inversión, tanto extranjera como nacional, pero las restricciones ralentizan los puertos y estos las cadenas de suministro. Los signos de agotamiento crecen e incluso dentro del país se multiplican las voces que afirman que “el enfoque ‘cero Covid’ es insostenible”.

“La tolerancia cero no tendrá éxito porque el coronavirus se ha adaptado completamente a las personas y no se puede eliminar”, declaró Guan Yi, director del Laboratorio Estatal de Enfermedades Infecciosas Emergente, de la sureña Universidad de Shantou, al canal hongkonés 'Phoenix TV'.

El 80% de la población adulta está vacunada y en noviembre comenzaron a inyectar a los mayores una tercera dosis y la primera, a los niños. El refuerzo de la vacunación es una buena vía para volver a la normalidad. China necesita con urgencia abrir sus puertas y frenar el auge nacionalista que genera el aislacionismo.

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