La marcha de un político controvertido
¡'Adieu’, Manuel Valls!
Marcharse a la francesa (en Francia, ‘filer à l’anglaise’) se considera en su ciudad natal, Barcelona, de muy mala educación
Carles Vivancos
Analista de política.
Le conocí en Barcelona a finales de los 80, en una conferencia sobre políticas de juventud en la que participó como asesor del presidente Mitterrand en la materia. Ya entonces era arrogante. Un joven brillante y arrogante. Me sorprendió que hablara en catalán. Algo insólito en un alto funcionario francés.
Su corto periplo barcelonés, a caballo del ‘procés’, me ha recordado las andanzas por España de un mercenario, bretón de nacimiento, en el siglo XIV. Me refiero a Bertrand Dugesclin. Este último acudió, contratado por Enrique de Trastámara, a la guerra civil del Reino de Castilla. La guerra terminó con la muerte del rey, Pedro I, a manos de su hermano Enrique. Como resultado de su oscura participación en el acontecimiento se acuñó la conocida frase “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.
El reciente voto de los concejales ‘vallistas’, huérfanos de líder, a favor de la tramitación de los presupuestos de Barcelona ha vuelto a traer a las páginas de actualidad los restos del naufragio protagonizado por Valls. Después de fracasar en el ‘encargo’ recibido de arrebatar a la izquierda la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls votó la investidura de Ada Colau para evitar que hubiera un alcalde independentista. Sin su candidatura, financiada con los fondos de algunos ‘senyors’ de Barcelona, muchos de los votos que atesoró Barcelona pel Canvi hubieran recaído, de forma natural, en la lista del PSC. Por lo tanto, su voto para investir a Colau fue una restitución por facilitar que Ernest Maragall fuera el candidato más votado en las elecciones municipales. Con los mismos votos que obtuvo Josep Borrell en las europeas, Jaume Collboni hubiera optado a la alcaldía.
En resumen, 'monsieur' Valls, gracias por nada y que le vaya mejor por su tierra de adopción. Por cierto, marcharse a la francesa (en Francia, ‘filer à l’anglaise’) se considera en su ciudad natal, Barcelona, de muy mala educación.
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