Una tarde labrando el pensamiento
Para poder pensar debemos poder detenernos, debemos aprender a escuchar, y no necesariamente a quien más grita
Núria Iceta
Editora de 'L'Avenç'
El gran pensador, científico y poeta que es David Jou, presidente de la Fundació Joan Maragall, abrió el curso hace pocos días poniendo el foco no sobre una idea propia sino emparejando dos citas muy sugerentes de épocas y contextos diversos. Y para hacer esto hay que haber leído mucho y ser muy generoso. Trenzar ideas, poner en relación a pensadores es una de las misiones principales de la cultura y la comunicación. Escribía Jacint Verdaguer a finales del siglo XIX desde Osona: “Poeta y labrador soy, y en todo hago un trabajo tan limpio, que labro como un poeta y escribo como un labrador”. Y el filósofo coreano Byung-Chul Han, desde Alemania, escribe más de un siglo después que estamos pasando de ser “labradores del pensamiento” a “cazadores de información”. Si pasar de cazar a labrar en el Neolítico supuso una revolución, no sé cómo deberíamos leer este movimiento inverso. Labrar es plantar una semilla, es hacer crecer una idea, es hacer avanzar a una sociedad. Y de eso habla también la parábola del sembrador. Muchos tenemos ahora la sensación de que apenas alcanzamos a deglutir los ínputs que nos sirven en crudo las noticias, a veces sin contexto, a veces interesadamente. Para poder pensar debemos poder detenernos, debemos aprender a escuchar, y no necesariamente a quien más grita. El ruido en la sociedad contemporánea adquiere múltiples formas y no es fácil desprenderse de ellas.
Pero la tarde no había terminado y la filósofa Begoña Román hacía un llamamiento a "pensar juntos" en este tiempo de post (esperemos) pandemia. La realidad de las desigualdades y los peores pronósticos sobre las consecuencias de cómo hemos estado explotando la tierra y los hombres no nos lo ponen fácil. Decía Román que los discursos distópicos son performativos y dejan de lado la esperanza, son irresponsables en el sentido ético, así que hay que persistir, seguir labrando. Mi pequeño triunfo del fin de semana ha sido que la hora que ganamos al tiempo la dediqué a leer, a labrar.
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