"Tots los diners de l'any són aquí"
Acertar el momento de vendimiar no es como acertar el momento de vender un paquete de acciones en la bolsa o preguntarse de dónde viene el jersey que te acabas de comprar
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vendimia / Iñaki Berasaluce / Europa Press
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Núria Iceta
Editora de 'L'Avenç'
Hace ya unos días que oí esta frase, en un terruño del Priorat, estallando de vendimia, y no dejo de darle vueltas.
Probablemente no seamos conscientes todavía de todos los efectos del confinamiento que nos encerró en cuatro paredes en 2020. Los hay muy negativos, relacionados con la enfermedad, las consecuencias económicas del parón mundial y las limitaciones de la interacción social. Y los hay que no me atrevo a calificar de positivos, pero sí, al menos, que nos han hecho replantear algunas cuestiones relacionadas con nuestra forma de vida: el consumo, los viajes, el trabajo. Una sensación ampliamente compartida es la que afecta a nuestra relación con la naturaleza.
Más allá de las cuatro paredes, también nos dimos cuenta, con una claridad meridiana, que no era lo mismo vivir en la ciudad que en un pueblo y eso ya se está traduciendo en movimientos de familias. La vida de pueblo tiene un ritmo tan diferente de la de ciudad, que se palpa en el ambiente con solo pisarlo y respirar profundamente.
La relación del hombre con la naturaleza es en los pueblos mucho más directa que en la ciudad. No es que en la ciudad no nos afecte, es que hacemos ver que podemos vivir de espaldas a ella. El nivel de tacos que proferimos cuando llueve es un indicador de un cierto infantilismo. En un pueblo, en cambio, tanto los beneficios como el rigor del clima tienen unos efectos más directamente visibles sobre la vida de las personas y de sus economías. "Tots los diners de l'any són aquí", con un ojo en los viñedos y otro en el cielo. Acertar el momento de vendimiar no es como acertar el momento de vender un paquete de acciones en la bolsa o preguntarse de dónde viene el jersey que te acabas de comprar: la viña está frente a nosotros y sabemos el nombre de cada una de las personas que la trabaja. Sin necesidad de idealizarlo, cuesta mucho menos entender la crisis de desabastecimiento que tiene a todas las cadenas de producción mundiales con el alma en vilo y a la ciudadanía con la presión de una inflación de los precios que ya no recordábamos.
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