Incivismo

La Barcelona de insomnio

Los vecinos de la Barceloneta pensaban que algo cambiaría, que el turismo tardaría más en llegar, que la pandemia nos había hecho mejores, más cívicos y solidarios, pero parece que no ha sido así

Verbena de Sant Joan. Ambiente nocturno en la Barceloneta

Verbena de Sant Joan. Ambiente nocturno en la Barceloneta / JORDI OTIX

Eva Arderius

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La Barceloneta está encendida. La temperatura y el enfado general se parecen mucho al del verano del 2014 cuando una foto de un vecino, Vicens Forner, publicada por este periódico, hizo saltar todas las alarmas. En la imagen se veía a tres turistas italianos completamente desnudos, riendo y tapándose los genitales, saliendo de un supermercado de la Barceloneta. La foto solo era una evidencia de lo que pasaba en el barrio de forma habitual. Turismo descontrolado, sin respeto para los vecinos, con extranjeros que hacían en Barcelona lo que nunca se atreverían a hacer en sus ciudades.

Por el momento no tenemos la foto definitiva, pero la preocupación vecinal es la misma. En 2014 el polvorín le explotó a Xavier Trias y ahora puede pasarle lo mismo a Ada Colau. La alcaldesa lo debe de haber notado, debe de haber percibido la gravedad de la situación porque no ha dudado en salir ante los medios prometiendo mano dura contra el descontrol en las playas y pidiendo civismo. Pero, de momento, las palabras del Gobierno municipal no han calmado a los vecinos, que piden hechos. Diferentes asociaciones vecinales coinciden: no quieren ser un vertedero de lo peor de la ciudad, ni tampoco el resort turístico de Barcelona, como describe el barrio una web de alquiler de pisos. Reivindican su derecho al descanso.

“¡Vosotros queréis que la ciudad sea como un anuncio de Estrella Damm, todo el mundo bebiendo en las azoteas, los pisos y las calles!". Esto es lo que les espetó un vecino muy enfadado al concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, en un Consell de Barri muy tenso. Ya hace días que los vecinos arrastran el estrés y el cansancio provocado por el insomnio. Por el barrio y los grupos de Whatsapp corren historias de todo tipo: agresiones a los vecinos por enfrentarse a los incívicos, descripciones de suciedad en calles y portales, vídeos grabados desde los balcones donde se oyen gritos de peleas y risas nocturnas, y otros con grupos de gente bebiendo, apiñados, con la música muy alta, pasando el rato en la playa hasta altas horas de la noche. Y también fotografías del día después, con centenares de latas y botellas tiradas en la arena. Unas imágenes que incluso han provocado que el portero del Barça, Marc-André Ter Stegen, publique un 'post' en su Instagram pidiendo que no se ensucien las playas y se cuide “nuestra preciosa ciudad”.

Hay diferentes factores que podrían explicar por qué la situación vuelve a ser tan insostenible, aunque no se tenga el volumen de turistas de 2014. Un motivo es que hacía mucho tiempo que no escuchábamos ruido, pero también hacía mucho tiempo que no gritábamos, hay ganas de fiesta y de salir. Otro factor, los vecinos no quieren repetir lo que han vivido los últimos años. Después de este paréntesis de tranquilidad, reencontrándose con un barrio que ya ni recordaban, no quieren volver al punto de partida. Hay cierta frustración y decepción. Pensaban que algo cambiaría, que el turismo tardaría más en llegar, que la pandemia nos había hecho mejores, más cívicos y solidarios, pero parece que no ha sido así.

La solución no es fácil. La playa es sinónimo de fiesta. Pocas ciudades europeas tienen este 2x1 que ofrece Barcelona, turismo urbano y turismo de sol. La Barceloneta es el barrio que la tiene más cerca, pero los vecinos no se sienten privilegiados. Para ellos, la proximidad del mar se ha convertido en un suplicio. Las playas no son suyas, pero las sufren como nadie, por eso piden que se cierren de noche. Su argumento es claro: “es grave cerrar las playas, pero también es grave que un barrio no pueda dormir durante meses”. Quizás la idea no es tan descabellada como parece en un principio. ¿Si se prohíbe el acceso a los parques durante la noche, por qué no cerrar las playas más cercanas a los vecinos? Quizás no será fácil hacer cumplir la norma (tampoco lo es evitar que la gente fume en la arena) pero el hecho de tenerla y exigir su cumplimiento ya es toda una declaración de intenciones. Es lo que reclaman los vecinos, decisiones contundentes que les permitan afrontar el verano con un poco más de optimismo. Se les acaba la paciencia, y eso que la temporada no ha hecho más que empezar.

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